Del dogma al retrato: el Malleus Maleficarum reimaginado a través del lente contemporáneo
Mitar Terzic: “Malleus Maleficarum”. Pocas obras han marcado con tanta intensidad los surcos más sombríos de la historia como el Malleus Maleficarum. Aquel volumen, erigido como testamento doctrinal del oscurantismo eclesiástico, fue escrito a fines del siglo XV por los inquisidores Heinrich Kramer y Jacobus Sprenger, quienes, con la venia papal de Inocencio VIII —no III, como a veces se yerra—, sentaron las bases de una lógica inquisitiva tan implacable como aterradora. Este tratado, más que un texto, es una maquinaria ideológica de represión, cuyo acero moral sigue oxidando las raíces del pensamiento libre.

El fotógrafo Mitar Terzic ha sabido hallar en esta infame obra un espejo roto, una herida abierta en la memoria colectiva. Su acercamiento visual no es un ejercicio meramente documental ni un tributo revisionista: es una lectura crítica, cargada de símbolos, donde la estética de lo delicado se enfrenta sin temor a la brutalidad histórica. A través de una mirada contemporánea, Terzic ofrece una reinterpretación poética y política del terror legitimado.

Mitar Terzic: “Malleus Maleficarum”. En sus composiciones, la figura femenina —encarnación de la pureza, la intuición, lo natural— se yergue como contrapunto al retrato arquetípico de la bruja demonizada por el Malleus.
Esta dicotomía, entre la belleza etérea y el horror culturalmente proyectado, crea una tensión visual profunda que resuena en el espectador con una fuerza casi ritual. No es casual: el fotógrafo ha estudiado desde niño el fenómeno inquisitorial, y esa fascinación temprana se transforma aquí en una investigación sensible y madura sobre la manera en que el poder ha moldeado nuestras ideas sobre el bien, el mal y lo femenino.
El Malleus Maleficarum no solo describe, con una crudeza escalofriante, los supuestos actos impuros inspirados por el demonio, sino que prescribe los castigos físicos y psíquicos con una frialdad técnica que aterra. Esta frialdad es precisamente lo que Terzic subvierte: sus imágenes vibran de humanidad, revelan la emoción detrás del símbolo, la carne detrás de la acusación. Cada retrato es un testimonio silencioso, una voz velada que reclama justicia y memoria.
La serie fotográfica, aún sin título definitivo, se despliega como un palimpsesto visual: capas de historia, mito, dolor y resistencia se entrelazan en un lenguaje visual que no teme a la belleza ni al espanto.
Se advierte un profundo respeto por la luz, que nunca es testigo pasivo, sino protagonista emocional. A veces tenue y suave como una plegaria, otras veces cortante y violenta como una sentencia, la iluminación guía el ojo del espectador por un camino de reflexión ética y estética.
Terzic no pretende ilustrar literalmente los horrores del Malleus —aunque estos están presentes como sombra persistente—, sino dialogar con ellos, tensionarlos, humanizarlos. En este gesto hay un acto de resistencia, una voluntad de reivindicar lo que la historia oficial quiso borrar: la subjetividad de las víctimas, la dignidad de lo diferente, la fuerza poética de lo femenino frente al dogma. Su cámara no acusa, sino que sugiere; no condena, sino que revela.



Este proyecto fotográfico se inscribe, por tanto, en una corriente artística comprometida con la memoria histórica y con la reevaluación crítica del legado religioso e institucional que aún hoy reverbera en múltiples formas de control social. En tiempos donde el discurso polarizante y punitivo vuelve a ganar terreno, esta obra se erige como un faro lúcido que nos recuerda hasta qué punto el pasado no ha pasado del todo.
El martillo del Malleus sigue resonando en las estructuras de poder, en los prejuicios cotidianos, en la violencia simbólica ejercida contra lo que se considera desviado. Pero también resuenan, gracias a creadores como Mitar Terzic, las voces que sobrevivieron al fuego, las imágenes que reconstruyen desde la ternura y la verdad una contranarrativa urgente. Esta serie es, en definitiva, un acto de memoria estética, una denuncia visual y un canto sutil a la libertad que aún lucha por emerger entre las cenizas.
Mitar Terzic: “Malleus Maleficarum”. Por Mónica Cascanueces.