Exploración del gesto artístico de Sara Shakeel al convertir marcas corporales en símbolos de empoderamiento visual.
Brillar desde la cicatriz, la poética visual de Sara Shakeel. En una época donde la imagen corporal se diseca con la precisión cruel de la comparación constante, donde el cuerpo femenino es intervenido, retocado y editado hasta la extenuación digital, surge una voz distinta, una mirada luminosa que no niega las marcas, sino que las exalta: Sara Shakeel.
Esta artista paquistaní ha encontrado, en las estrías —símbolos tan íntimos como universalmente repudiados— un lienzo fértil para subvertir la narrativa de la imperfección y transformarla en fulgor.
Shakeel no disfraza. No maquilla. No desaparece. Ella revela. Revela en el sentido más hondo del verbo: no solo muestra, sino que ilumina. Su obra parte de un acto radical de empatía: escuchar el deseo de una amiga que, al pedir que sus estrías fueran borradas de una fotografía, confesaba una herida colectiva.
En lugar de obedecer ese mandato estético impuesto, Shakeel decidió sublimarlo. Donde otros verían una imperfección, ella vio una constelación latente. Así nacieron sus icónicas intervenciones con cristales, purpurina y luz sobre piel humana: una sinfonía visual donde lo marginado se convierte en centro.
En sus collages digitales, las estrías —esas líneas de crecimiento, de transformación, de maternidad, de vida— resplandecen como si fueran hilos bordados por diosas antiguas. Diamantes, destellos galácticos, colas de cometas y neblinas iridiscentes abrazan los cuerpos con una ternura que es también política.
Porque el arte de Shakeel no solo embellece; denuncia, resiste, reimagina. Su propuesta no es solo estética, es ética. Nos invita a mirar de nuevo, a redefinir lo bello no como lo liso, lo uniforme, lo pulido, sino como lo vivido, lo tocado, lo real.


Brillar desde la cicatriz, la poética visual de Sara Shakeel. Hay en su obra una estética que podríamos llamar de la reconciliación.
El cuerpo femenino —tantas veces fracturado por la mirada ajena— aquí aparece íntegro, celebratorio. Sus imágenes nos recuerdan a veces a los sueños húmedos del surrealismo, pero sin el deseo colonizador que solía caracterizarlo.
En lugar de musas pasivas, sus figuras femeninas son presencias activas, diosas siderales que desafían la gravedad con su sola existencia. La técnica de Shakeel, que fusiona fotografía y collage digital, permite este juego entre lo tangible y lo fantástico. El resultado es un realismo mágico visual que se sitúa entre lo onírico y lo testimonial, entre lo íntimo y lo cósmico.

Análisis de su estilo visual, donde la fantasía y lo cotidiano se entrelazan para construir nuevas narrativas corporales.
Shakeel no teme al kitsch ni a lo ornamental. Al contrario: lo reivindica como lenguaje de lo femenino, como espacio de redención. En una cultura visual que tiende al minimalismo, su opulencia es un gesto contracultural. Flores, galaxias, espejos, cuerpos, pinturas clásicas y diamantes convergen sin jerarquías, desdibujando las fronteras entre el arte “alto” y el arte “popular”, entre lo digital y lo emocional. Esta hibridez no es gratuita: es una forma de acercarse a las múltiples capas del trauma corporal que su obra busca curar.
Y es que en el fondo, la práctica de Shakeel es un ritual de sanación. “Cada imagen cura una parte de mí y espero que también cure una parte de ti”, escribe la artista. Esta declaración, lejos de ser retórica, se siente en cada trazo. Sus imágenes no solo son bellas: son caricias visuales. Cada cuerpo adornado, cada cicatriz transformada, cada brillo añadido es una afirmación de existencia, una súplica silenciosa por una mirada más amable, un acto de ternura radical.

Reflexión sobre el poder curativo de su obra y su impacto emocional y simbólico en quienes la contemplan.
No es casual que quienes observan su obra sientan que algo interno se acomoda, que una culpa vieja se disuelve, que una vergüenza se transmuta. Porque lo que Shakeel ofrece no es solo arte: es permiso. Permiso para existir en el cuerpo que se habita. Permiso para no esconderse. Para entender que nuestras marcas no son fracasos estéticos, sino pruebas de que hemos crecido, amado, sufrido, cambiado.

En un mundo obsesionado con borrar, Sara Shakeel propone embellecer. En una cultura que vende cicatrices como errores, ella las convierte en constelaciones. Su arte nos enseña que también podemos brillar desde la herida.
Brillar desde la cicatriz, la poética visual de Sara Shakeel. Por Mónica Cascanueces.