Vigencia crítica y legado combativo en el arte del siglo XXI
La realidad desollada y la crítica fotomontada de Josep Renau. La realidad desollada y la crítica fotomontada de Josep Renau. En la cartografía turbulenta del arte del siglo XX, la figura de Josep Renau emerge como un cruce explosivo entre estética y compromiso, entre vanguardia y resistencia.

Influenciado tempranamente por las corrientes europeas más incendiarias —el dadaísmo, el constructivismo soviético, el art déco—, Renau no se limitó a importar estilos, sino que los adaptó y politizó. Fue, sin duda, uno de los principales artífices de la introducción en España de un arte gráficamente contundente y socialmente despierto, en especial a través del cartelismo.
Supo entender, con lucidez insólita, que en una sociedad mediatizada y fragmentaria, el cartel y el fotomontaje podían comunicar donde la palabra fracasaba. De este modo, convirtió el espacio urbano en una galería subversiva.

La realidad desollada y la crítica fotomontada de Josep Renau. The American Way of Life: el sueño americano, diseccionado en fotomontaje.
Pero sería en el exilio —primero en México y después en la RDA— donde su lenguaje visual alcanzaría la plenitud de su furia. En particular, la serie «The American Way of Life» constituye una cima en la historia del arte político del siglo XX.
Compuesta por 69 fotomontajes, esta serie es un grito visual, un alarido hilado con tijeras y pegamento, que desvela la cara oculta del imperio estadounidense. Para Renau, la omnipresente bandera de las barras y estrellas se transfiguraba en una cínica metáfora de bacon y estrellas, encubriendo con su patriótico fulgor la barbarie del militarismo, el racismo, la Guerra Fría, el consumo masivo y el salvajismo capitalista.

El cine, como máximo exponente del «sueño americano», fue uno de los blancos predilectos de su crítica. Renau, que percibía en Hollywood un aparato ideológico profundamente colonizador, reconfiguró los iconos culturales estadounidenses hasta hacerlos irreconocibles, grotescos, verdaderos.
Cada fotomontaje de esta serie es un campo de batalla semiótico donde el discurso oficial es triturado por la ironía, el sarcasmo y la violencia simbólica. La influencia formal de John Heartfield se hace aquí manifiesta: al igual que su referente alemán, Renau entendía el fotomontaje como una forma de lucha, una herramienta de choque contra la hipocresía de los poderes dominantes.

Lo fascinante de esta obra es que, a pesar de haber sido creada entre los años 40 y 70, no ha envejecido un ápice.
Más bien, se ha cargado de nuevos significados al enfrentarse a los dilemas contemporáneos. En un mundo donde los discursos hegemónicos siguen enmascarando la desigualdad bajo un barniz de progreso y libertad, Renau nos interpela con una vigencia escalofriante.
Como subraya el comisario Josep Vicent Monzó, estas imágenes no solo tienen valor estético o histórico: interrogan de forma directa el papel del arte en la esfera pública, su función social y su potencia transformadora.

Renau no ofrecía consuelo ni evasión. Su arte no es amable ni neutral; es, en el sentido más radical, una forma de combate. En sus composiciones no hay lugar para la ingenuidad: todo es discurso, conflicto, subversión. La iconografía que reelabora no busca embellecer, sino denunciar, incomodar, agitar. Y es precisamente esa incomodidad lo que le confiere su poder imperecedero.
A cuatro décadas de su muerte, Josep Renau sigue hablándonos con la voz afilada del disenso. En una época donde el arte parece oscilar entre la complacencia mercantil y la irrelevancia estética, su obra nos recuerda que el arte puede —y debe— ser una herramienta de conciencia, una trinchera simbólica. Frente a la banalización de los signos y la estetización del poder, Renau respondió con imágenes de combate, visualmente incendiarias y éticamente necesarias. Su legado no es solo un capítulo de la historia del arte; es una advertencia, una herencia crítica y profundamente actual.