Entre sombras y estrellas: El universo onírico de una artista del blanco y negro.
Silvia Grav: «Sombras que hablan». En el convulso panorama de la imagen contemporánea, donde la saturación visual y la sobreabundancia de estímulos tienden a desdibujar los contornos de la emoción genuina, emerge una artista cuya obra actúa como un susurro lúcido dentro del griterío digital. Sus imágenes, elaboradas exclusivamente en blanco y negro, trascienden el mero ejercicio técnico para convertirse en auténticas traducciones visuales del mundo interior: cautivadoras proyecciones del inconsciente, ecos de sueños antiguos y visiones que se mueven con sigilo entre la poesía visual y la alquimia simbólica.

La elección del monocromo no es aquí un gesto estético superficial, sino una declaración de principios. A través del contraste agudo entre luces y sombras, la artista no solo construye atmósferas de profundo dramatismo, sino que cincela con luz la textura emocional de sus escenas. El blanco y negro se transforma en un lenguaje propio, capaz de sugerir lo que el color tal vez distraería: la tensión entre lo visible y lo oculto, lo presente y lo evanescente.
Una mirada al universo onírico donde el blanco y negro revelan más de lo que ocultan.
Hay en su obra una constante exploración de lo liminal: ese espacio difuso entre el sueño y la vigilia, entre lo natural y lo fantástico, entre el cuerpo humano y el cosmos. Las figuras que pueblan sus composiciones —principalmente femeninas, jóvenes, etéreas— se funden con elementos de la naturaleza de manera sorprendente, como si fuesen parte de un rito de fusión arcaico, donde la piel y las estrellas, el humo y la mirada, conviven en una misma frecuencia vibratoria. No se trata de un mero juego visual, sino de un intento serio, casi místico, de acceder a una dimensión distinta de la percepción.

Uno de los aspectos más poderosos de su obra es el uso del fotomontaje como herramienta de significación. Lejos de limitarse a la manipulación digital como recurso estético, sus intervenciones en la imagen generan rupturas simbólicas que interrogan la lógica de lo real.
Un vaso de cristal que contiene las olas embravecidas de un océano; un rostro femenino atravesado por constelaciones; una figura que se disuelve en humo y sombra como si estuviera al borde de desaparecer del mundo tangible… Estas imágenes no solo desconciertan, sino que invitan a la contemplación pausada, a la lectura simbólica, al ejercicio del asombro.

El humo, recurrente en muchas de sus composiciones, no es un mero accesorio atmosférico. Funciona como velo, como frontera difusa entre mundos; como metáfora visual del alma, del aliento, del misterio. Añade un componente espectral a las escenas, como si lo que contemplamos no fuera del todo real, o más precisamente, como si perteneciera a una realidad paralela que apenas logramos intuir desde este lado del espejo.

Silvia Grav: «Sombras que hablan». Retratos, naturaleza y cosmos se funden en imágenes que transforman lo real en un viaje simbólico.
Asimismo, sus retratos galácticos —donde estrellas y nebulosas se proyectan sobre los cuerpos humanos— proponen una visión casi sagrada de la figura femenina. No se trata de la mujer como objeto de deseo, sino como contenedora del universo, como catalizadora de fuerzas invisibles.
Esta imaginería cósmica resuena con tradiciones ancestrales, con mitologías que entendían el cuerpo humano como un microcosmos: un lugar donde las leyes del cielo y la tierra se entrelazan. Hay en ello una voluntad de trascendencia, una invitación a mirar más allá de lo meramente corporal.
La artista, en definitiva, ofrece una propuesta estética coherente, profunda y singular.
Su obra no busca agradar, sino perturbar con elegancia; no pretende ilustrar, sino sugerir. Sus imágenes son umbrales hacia un imaginario tan personal como universal, tan íntimo como arquetípico. Invitan a perderse, a dejarse arrastrar por la corriente visual hacia espacios donde lo racional cede su lugar a la intuición, y donde lo bello se encuentra, paradójicamente, en lo inquietante.

En un mundo dominado por la velocidad, el ruido y la imagen instantánea, esta creadora nos recuerda que aún existen formas de ver que no son meramente oculares, sino espirituales. Que aún es posible hacer del arte fotográfico un acto de revelación. Y que, a veces, las sombras —bien manejadas— iluminan más que mil colores.
Silvia Grav: «Sombras que hablan». Por Mónica Cascanueces.