Andrés García Ibáñez sólo aspiró a un consenso ético universal y aquel que contemple su obra, se vea obligado a no permanecer indiferente
La necesidad de un consenso ético universal. El mundo tiene poca solución, afirma Andrés García Ibáñez, o más bien ninguna, pues es condición de nuestra especie hacer mal las cosas y no anteponer la razón al sentimiento como animales que somos, o a la emoción.
La emoción está bien para el arte, pero en todo lo demás resulta desastrosa. Su obra pasa de las referencias a los clásicos al reflejo más contemporáneo de la vida moderna.
Series como «Mujeres», «Los mitos femeninos» y «Pret a porter», son un claro ejemplo de esta evolución que continúa con «Maried. La imagen de Eros», donde el erotismo ya toma una presencia más implícita.
Para Andrés García Ibáñez cada época tiene su forma de erotismo. La nuestra por lo menos en el mundo desarrollado emplea un fetichismo derivado del consumismo y la publicidad.
Un consumismo elitista que asocia poder económico y sexualidad, clave para entender todo el mundo de la pasarela. Un fetichismo al que nadie es ajeno, pues afecta al subconsciente.
Pese a lanzar una mirada irónica sobre él, todos somos esclavos de sus iconos sexuales y en lo más hondo lo deseamos, concluye Andrés García Ibáñez. De esta dialéctica se alimentan estas series pictóricas.
Las obras de Andrés García Ibáñez son obras de calidad y compromiso -sueño de perfección y equilibrio nacidos del desequilibrio- con un espíritu de autoexigencia, ilusión e insatisfacción continuas.
Nacido en 1971 en Olula del Río, el pintor almeriense tiene una concepción «fatalista» de la condición humana -así lo plasma en sus cuadros sobre «La masa», el pueblo ciego y alienado-, por lo que ve poca solución a lo que considera el mayor problema de la sociedad española: su putrefacción. «La putrefacción es algo consustancial a la sociedad y avanza inexorablemente», afirma con ironía, pese a la seriedad de sus reflexiones. Siguiendo el concepto de Dalí y Lorca, para Ibáñez lo putrefacto es «todo lo que está muerto pero se resiste a morir», en este caso las tradiciones retrógradas de la sociedad española que prosperaron durante la España franquista, y que «deberían revisarse urgentemente».
«Mi obra resucita heridas no cicatrizadas», es «subversiva» de la España rancia y tradicional, indica Andrés García Ibáñez
El pueblo español ha sido, ancestralmente, un colectivo perseguido por el poder Iglesia y monarquía en lo tocante a la libertad de pensamiento y pronunciamiento. El pueblo ha acabado por hacer suyo este proceder y se ha convertido en el primer perseguidor del talento. Por eso la envidia es el pecado nacional y nuestro pueblo es un pueblo acomplejado, incapaz de reconocer la valía del vecino y proclive a dar por excelente todo lo que viene de fuera. Esa es nuestra catetura y nuestro mal endémico.
Machado decía: «somos esencialmente paletos», nos recuerda Andrés García Ibáñez
La necesidad de un consenso ético universal
En la serie «Cutrez y Putrefacción», donde el artista se abandona a un contenido fuertemente ideológico, abordando el mito de la España caduca, inculta, de las Españas irreconciliables, tratando temas como las folclóricas, los toreros, el ejercito ultraconservador en ligazón constante con la iglesia, la mediocridad política, las tradiciones populares, el nuevo mundo del fútbol, la monarquía, la decadencia de la nobleza… en resumen, la «imbecilidad nacional» que cada día parece más extendida y se hace más visible. Ante esta visión real y patética, ¿Qué le aconsejarías a toda esa generación de jóvenes artistas que están surgiendo ahora y que solo tienen Internet como vehículo de Expansión?
El artista piensa que Internet es una revolución tan importante como lo fue en su día la industrial. Es la democratización pura de la humanidad, donde todo cabe y tiene su espacio. Sólo me preocupa el desconocimiento o la ignorancia, en temas fundamentales, que su uso exclusivo desde una óptica del ocio-puede deparar. Un indocto es lo más peligroso que hay, pues tiene todas las papeletas para reproducir los mismos errores del pasado.
Andrés García Ibáñez es muy versátil y ecléctico
Con el tiempo uno se va depurando más, te gustan menos cosas y te vas haciendo más esencial. El artista considera que el estilo es solo un factor de la pintura y no el más importante. El estilo acaba surgiendo con el tiempo, no hay que buscarlo. La crítica contemporánea ha dado demasiada importancia al estilo independiente o diferente y esa es la causa del fracaso de muchos talentos que se han desviado desde muy temprano. En arte hay que hablar primero de emoción y después de estética, más que de estilo. Lo del estilo suena a prepotencia de humanos limitados y miserables, y la mezquindad es lo más alejado al arte, por espíritu y talante.
Andrés García Ibáñez
«No hay que mantener las tradiciones por el hecho de serlo, algunas de ellas atentan seriamente contra la democracia y el pensamiento moderno»
La única relación de Andrés García Ibáñez con la iglesia ha sido siempre comercial; ellos encargaban y el ejecutaba. Esta experiencia le ha servido para conocerlos por dentro, especialmente a los sectores más conservadores. Un artista ha de trabajar cuando se lo piden y no rechazar el encargo. Si quitáramos los encargos nos quedábamos sin historia del arte. El reto es satisfacer el encargo y no dejar de ser tú mismo, o por lo menos, no traicionarte. Goya era un gran anticlerical, y sin embargo, junto con Tiépolo, hizo la mejor pintura religiosa de su época, reflexiona el pintor.
Con su particular «revisión» del papel de la religión y otros poderes fácticos tal como él los percibe, Andrés García Ibáñez aspira a «sacudir la mente» de sus conciudadanos, aunque, al mismo tiempo, está casi resignado a que al menos esta parte de su obra no vea la luz en su país.
Pero como para él pintar es «una obsesión», y esa obsesión dicta lo que pinta, se ve en la obligación de seguir por la vía «crítica», aunque haya perdido ya en este caso, de mutuo acuerdo- los encargos que solía hacerle la Iglesia católica para pintar frescos.
Ibáñez, criado en un entorno tradicional y educado durante años con el Opus Dei, reconoce que es un producto de las circunstancias que le ha tocado «sufrir».
Andrés García Ibáñez y la necesidad de un consenso ético universal
La necesidad de un consenso ético universal. Por Rose Sioux