Una visión contemporánea del sufrimiento desde el objetivo de la cámara
Sobre la existencia humana por Evelyn Bencicova. En el panorama artístico contemporáneo, donde las fronteras entre disciplinas se desdibujan y la estética se convierte en un lenguaje transversal, surge con fuerza la figura de Evelyn Bencicova. Esta joven eslovaca, que a los 21 años ya ha dejado huella en el mundo del arte visual, representa una rara excepción dentro del patrón habitual de modelos reconvertidos.
Lejos de aferrarse al fulgor pasajero de la belleza física, ha optado por sublimarla, transmutándola en una narrativa visual de profunda carga simbólica. Con tan solo 19 años, Bencicova giró la cámara hacia sí misma y hacia el mundo que la rodea, iniciando una travesía creativa marcada por la introspección y el cuestionamiento existencial.
En una época donde muchos de sus coetáneos aún exploran su identidad, Bencicova ha conseguido articular un discurso artístico coherente y sofisticado, que la distancia de la superficialidad a la que frecuentemente se asocia la imagen del modelo devenido en artista. Su serie inspirada en el Ecce Homo es, sin lugar a dudas, la manifestación más poderosa de su universo estético: una amalgama de influencias religiosas, filosóficas y sociales que se funden en una imaginería inquietante, casi mística, donde el cuerpo humano se convierte en símbolo y paisaje del dolor.

Sacralidad y desolación: una relectura visual del sufrimiento humano en clave contemporánea
El Ecce Homo, esa representación clásica del Cristo doliente, ha sido reinterpretado por Bencicova con una mirada que oscila entre lo sacrílego y lo reverente. No busca una imitación literal de las pasiones bíblicas, sino que se adentra en una lectura contemporánea del sufrimiento humano. Sus fotografías no solo evocan el martirio religioso, sino que lo transponen a un contexto secular: la alienación moderna, la fragilidad del individuo frente a estructuras sociales opresivas, la violencia silente del tiempo sobre la carne.

Sobre la existencia humana por Evelyn Bencicova. Sacralidad y desolación: una relectura visual del sufrimiento humano en clave contemporánea
La elección de escenarios no es azarosa. En las construcciones grises y desangeladas de su Bratislava natal —arquitecturas que rezuman la severidad de un pasado marcado por el control y la rigidez— Bencicova encuentra el marco ideal para sus composiciones.

Es en esa estética brutalista, en esos espacios fríos y despojados de ornamento, donde se despliega la tensión entre cuerpo y entorno, entre lo humano y lo inerte. En este sentido, su obra entronca con una tradición visual que va desde la pintura sacra del Barroco hasta la fotografía conceptual del siglo XX, pero lo hace con una voz singular, que no teme aludir al horror y a la belleza en una misma imagen.

El tratamiento del cuerpo es otro de los ejes fundamentales de su trabajo. Bencicova no idealiza la anatomía; la presenta como una materia vulnerable, plegada, a veces sometida, pero siempre cargada de dignidad. Hay en sus figuras una especie de contención expresiva que recuerda a las esculturas clásicas, pero también una crudeza que las ancla en la realidad de lo cotidiano. Así, la artista logra que sus composiciones sean atemporales, suspendidas en un espacio donde el espectador se ve obligado a confrontar su propia relación con el dolor, la fe, la muerte.

Del canon de belleza al canon del dolor.
Evelyn Bencicova, afincada en Berlín pero con las raíces bien plantadas en su tierra natal, demuestra una lucidez y una madurez creativa poco comunes. Sabe que la belleza es efímera, que el cuerpo es un territorio transitorio, y que el arte —cuando es verdadero— trasciende tanto la forma como el tiempo. Al pulsar el disparador de su cámara, no solo captura una imagen: invoca un diálogo, una herida, una reflexión que nos concierne a todos.

En un mundo saturado de imágenes huecas y de discursos artísticos desprovistos de sustancia, su trabajo emerge como un gesto de autenticidad. Una invitación a mirar más allá de la superficie, a explorar las sombras que habitan en nosotros y a repensar el significado de lo sagrado en un presente desprovisto de certezas. Bencicova no espera a que el esplendor se marchite para reinventarse. Ha comprendido que el verdadero arte no consiste en brillar, sino en revelar lo que, a menudo, preferimos no ver.

Atraída desde niña por la política y la filosofía, en sus colecciones de imágenes medita sobre la existencia humana y la verdadera naturaleza de las cosas. No da importancia a los objetos o personas a los que retrata, sino a las ideas, conceptos y pensamientos que estos evocan.

Lo que se materializa en retratos escultóricos de grupo tallados en múltiples capas, donde los cuerpos desnudos simulan la velocidad, la dirección de un reflejo en el espejo, un desgarrado corazón o las pompas de aire que se crean al sumergir a un ser en el agua. Su trabajo es conmovedor gracias, en parte, a las coreografías que diseña para los modelos, pero especialmente por la obsesión manifiesta de Bencicova por representar la relación entre los cuerpos y su entorno.
Sobre la existencia humana por Evelyn Bencicova. Por Mónica Cascanueces.