Un recorrido por la trayectoria del pintor tremendista desde la memoria, que reflejó el mundo de los ‘sueños’ o de las realidades distópicas.
Juan Barjola uno de los ilustres pintores del llamado tremendismo. El extremeño Juan Barjola, uno de los más destacados pintores del llamado tremendismo de la escuela española y que logró situarse entre los más importantes de España de la segunda mitad del siglo XX, habría cumplido ayer cien años. Barjola, que murió en el 2004, había nacido en Torre de Miguel Sesmero (Badajoz), fue Premio Nacional de las Artes Plásticas en 1985 y a lo largo de su larga trayectoria recibió numerosos galardones y gozó de importante reconocimiento nacional e internacional.


Autor de una obra desgarrada y rabiosamente expresiva en la que muestra la realidad sin velos, Barjola fue uno de los destacados pintores incluidos en el tremendismo de la escuela española.
Los animales son algo que a Barjola le interesa mucho, especialmente el perro, el perro que tiene esa especie de cosa, de necesidad, esa necesidad tan extraña, tan increíble, tan absurda, tan molesta a veces, de necesitar al hombre.


El hombre que lo sacrifica. Cada año vemos que quedan abandonados una cantidad enorme de perros cuyos dueños se van de vacaciones, o de señores veraneantes que después de pasar una temporada con perrito dejan el perrito. Pues bien, esta especie de cosa conmovedora del perro abandonado, el perro rabicorto, que le han cortado la cola, del perro hambriento, del perro al mismo tiempo feroz, del perro vagabundo, del perro asilvestrado, de este perro de suburbio que se alimenta de ratas, enemigo de las ratas, etc.., este es el perro que conmueve a Barjola, que decía en alguna ocasión que la mirada del perro es una de las más conmovedoras que podemos encontrar.
El perro vagabundo o el perro atado. Es decir, el perro que tiene que valerse por si mismo como una especie de Lazarillo de Torres de la perrería, o el perro que tiene que depender del capricho o de la tiranía o de la crueldad de sus sueños.




Perros, mataderos, cráneos. Perros que el pintor confiesa fueron los primeros dibujados de su vida. El animal más humanizado tiene una expresividad entre misteriosa, hiriente y agresiva, que a veces están presentes en «mataderos» de larga tradición pictórica, Perros observantes.
Barjola conoce perfectamente cómo puede proporcinar gozos sin cuento a la sensibilidad y los sentidos. Sabe de los sublimadores placeres con que el espíritu se puede llenar, mediante la contemplación del arte, incluso lindando éste posiciones hedonistas. Pero a él le parecería nefasto despilfarro de tanta virtud ponerla al solo servicio del disfrute de lo meramente sensorial o intelectual.


Barjola se siente responsable ante sí mismo. Le duelen los dramas de los demás. Se ve temperalmente forzado a ser testigo, no de las alegrías, que también se viven, sino de las penalidades un día y otro repelidos desde el origen de nuestra especie.
Mundo femenino integrado por maternidades, camerinos, prostíbulos, mujeres que se miran en el espejo, y escenas eróticas. En las maternidades la piedad y la ternura se potencian. La otra variada temática, referente clave en la obra barjoliana, está transida de «una gran carga dramática», de un erotismo que se patentiza más como crudeza que como gozo. La mujer objeto -esa es la denuncia- queda especialmente al descubierto en unas pinturas de descarada sinceridad. «Cuando aparecen las mujeres que yo llamo de camerino, de burdel, eso es un drama…». El espejo, es un icono frecuente en la obra de Barjola. Es ante el cuando el hombre puede descubrir la falsedad de su rostro moral.



Retratos apócrifos. Nos hablan de una realidad evanescente, de seres desesperados, de su desazón, de la sordidez que rodea sus vidas. La denuncia social. Bocetos de alguna de sus grandes obras en los que las imágenes nos golpean fuertemente.
Crucifixiones. Testimonio del sin sentido de la crueldad. En las aguadas podemos admirar ese negro rotundo e intenso de la tinta china con calidad y refinamiento orientales.
Los dibujos, preparatorios de óleos o serigrafías, son un prodigio de dominio de la línea. Barjola declaró: «El dibujo es el esqueleto de la pintura, considero que la génesis de la obra está en la cuartilla, en ese primer trazo, ahí empieza la auténtica creación».



El artista vivió en su Badajoz natal la guerra civil (1936-39) que marcó su vida e impregnó dramáticamente su pintura, pero su mirada no sólo es dramática, es a la vez, y a juicio de los críticos, tierna y compasiva. Tras cursar estudios en la escuela de Artes y Oficios de Badajoz, siguió su formación en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid.
Tras un paréntesis de abstracción en 1959, su pintura vuelve a la figura y a una búsqueda de expresividad casi violenta, mientras que en los sesenta su pintura se tiñe de un cierto surrealismo y sus figuras sufren una deformación. A finales de los sesenta pasa por el realismo crítico y en los setenta el carácter dramático de su pintura se compensa con una mayor alegría y viveza del color, que adquiere un papel preponderante. Ya en los ochenta su expresividad domina la composición.
Su obra puede incluirse dentro del expresionismo subjetivo, siendo uno de los ilustres pintores del llamado tremendismo sus cuadros encierran significaciones dramáticas, irónicas y sarcásticas que caen muchas veces en el campo de lo surreal, pero con un carácter más humano.



Su compromiso social se refleja en la temática, con la que pretende testimoniar a los demás las lacras de la sociedad: la guerra, la miseria, los suburbios, la opresión política y social. Su estilo ha ido evolucionando, dentro de unas coordenadas básicas, hacia una ejecución más dinámica que se refleja en los gestos y el vivo ritmo que alcanzan sus últimas composiciones.
De sus obras más importantes, merecen mención según la temática ‘Tauromaquia y palos’, ‘Mundo onírico’, ‘Escenas de guerra¡, ‘Perros y perreras’, ‘Suburbios’, ‘Maternidades’, ‘Magistraos’, ‘Crucifixiones’, ‘Cráneos de toro’, ‘Retratos apócrifos’ y ‘Composiciones y figuras’.
Juan Barjola, uno de los ilustres pintores del llamado tremendismo