La sucesión de Fibonacci en basalto del artista australiano Andrew Rogers en Ibiza.
Time and Space: El eco eterno de la geometría cósmica en Ibiza. En los acantilados salvajes del suroeste ibicenco, donde la tierra se precipita hacia el Mediterráneo con la desfachatez de lo eterno, se yergue Time and Space, una obra que parece arrancada de otro tiempo, o quizás de otra dimensión.
Esta colosal instalación escultórica, compuesta por trece monolitos de piedra de hasta veinticuatro metros de altura, constituye una suerte de Stonehenge contemporáneo, obra del artista australiano Andrew Rogers.
Concebida como parte del proyecto global Rhythms of Life, que ha llevado más de medio centenar de esculturas monumentales a catorce países, Time and Space no es solamente una intervención artística, sino un manifiesto mineral sobre la conexión entre el ser humano, el cosmos y la geometría natural.

Inspirado por la sucesión de Fibonacci —esa serie matemática que codifica la armonía presente en las espirales de los caracoles, las ramas de los árboles o las galaxias en expansión—, Rogers traduce la abstracción numérica en forma física, en volumen, en presencia.
Los monolitos se disponen con precisión milimétrica en un patrón que recuerda tanto a las alineaciones megalíticas de civilizaciones ancestrales como a una antena cósmica orientada hacia la eternidad. Cada uno de ellos está segmentado por franjas horizontales, evocando una modulación temporal, como si el paso de los días, las estaciones y los siglos estuviese inscrito en su piel pétrea.
El monolito central —cuya cúspide está recubierta con pan de oro de 23 quilates— se convierte en el punto focal de la instalación, un eje solar que captura los últimos rayos del día y los devuelve al mundo bajo la forma de un destello efímero y sublime.

Desde el año 2014 los que visitan la zona de cala Llentia, en el municipio de San José, se encuentran con este curioso monumento conocido como el Stonehenge ibicenco. Se trata de trece columnas de basalto dispuestas en forma circular que el escultor talló allí mismo. En el centro de la representación se sitúa otro monolito de 24 metros, más alto que el resto, y cuya cima está rematada por una placa de oro de 23 quilates.
Al atardecer, la luz dorada resbala sobre la piedra y proyecta un aura crepuscular que transforma el lugar en un santuario del tiempo. No es casualidad que la mejor hora para visitar Time and Space sea precisamente el ocaso. En ese instante mágico, cuando la luz cambia con celeridad y el cielo se tiñe de rojos y naranjas, la escultura deja de ser un objeto y se convierte en experiencia: la geometría se vuelve emoción, y la piedra, poesía.
El enclave escogido para esta obra no es menos significativo. Cala Llentia, una franja costera áspera y primigenia, mira de frente a los islotes míticos de Es Vedrà y s’Espartà, puntos energéticos de la geografía balear envueltos en leyendas y magnetismos.

Llegar hasta allí requiere cierto esfuerzo: tras pasar Cala Conta y el bar Stop, se toma un desvío a la izquierda, y luego un camino de tierra que se recorre casi con la intuición, entre la tierra reseca y los aromas de sabina. El viaje, sin embargo, es parte de la revelación: uno no encuentra Time and Space, sino que llega a ella como quien alcanza una cima o cruza un umbral iniciático.
Detrás de la instalación se vislumbra también la huella del empresario y filántropo Guy Laliberté, fundador del Cirque du Soleil y mecenas de la obra. Su fascinación por lo cósmico no es novedad: en 2009 se convirtió en uno de los primeros turistas espaciales, al abordar la Soyuz TMA-16 rumbo a la Estación Espacial Internacional. Su impulso por trascender los límites de lo humano y explorar territorios simbólicos, físicos o metafísicos se refleja aquí, en esta conjunción de arte, paisaje y misterio.
Time and Space no es un simple monumento. Es una pregunta sin respuesta, una arquitectura sin paredes que interroga al cielo y dialoga con el vacío. Es una brújula espiritual que invita al visitante a suspender el juicio y dejarse llevar por el asombro.
En un mundo saturado de estímulos veloces, esta instalación nos exige tiempo: para contemplar, para comprender, para sentir. Y nos recuerda, con humildad mineral, que el espacio y el tiempo no son enemigos a vencer, sino compañeros a venerar.
Time and Space: El eco eterno de la geometría cósmica en Ibiza. Por Leonardo Lee.