Ejecutadas principalmente con acuarela y lápiz pastel, sus ilustraciones exhiben una técnica aparentemente suave, casi etérea, que entra en fricción con la crudeza de los cuerpos que representa.
Lakormis: la ternura perturbadora del inconsciente femenino. En el vasto universo de la ilustración contemporánea, donde la figuración y lo simbólico se entrelazan en una danza perpetua de significados, la obra de la artista turca Merve Morkoç, más conocida bajo el seudónimo Lakormis, se impone con una fuerza lírica que desarma y fascina a partes iguales.

Su trazo, resuelto y afilado como una confesión infantil en la penumbra, da forma a una iconografía que subvierte los códigos convencionales del retrato femenino para situarse en una zona ambigua, donde la inocencia coquetea con lo grotesco, y la belleza se torna inquietante.

Las protagonistas de Lakormis —figuras femeninas desnudas, tatuadas, de cabezas desproporcionadamente grandes y ojos sorprendentemente pequeños— irradian una estética deliberadamente contradictoria. Son niñas con cuerpo de mujeres, muñecas humanas marcadas por la huella del tiempo, del deseo y del dolor.
Pese a su apariencia frágil, sus miradas sostienen al espectador con una intensidad perturbadora, como si custodiaran un secreto o emitieran un juicio mudo que nos incluye irremediablemente. Esta tensión emocional es, sin duda, una de las claves de su propuesta: las chicas de Lakormis no se dejan mirar sin devolver la mirada.

La piel, desnuda y expuesta, es un mapa de tensiones: los tatuajes que la recorren no son meros ornamentos, sino signos de identidad, heridas estilizadas, símbolos que narran historias cifradas. En ellas no hay complacencia ni coquetería; hay afirmación, resistencia, memoria.
Cada trazo parece dialogar con el imaginario de una infancia alterada, donde el juego ha sido reemplazado por la experiencia, y la dulzura convive con lo ominoso.

Lakormis: la ternura perturbadora del inconsciente femenino. Hay algo profundamente psicológico y onírico en su estética..
Sus figuras remiten, inevitablemente, al universo del surrealismo, pero también al legado de ilustradores como Mark Ryden o Marion Peck, aunque desprovisto del barroquismo que caracteriza a estos últimos.
En cambio, Morkoç opta por una economía de elementos que refuerza la potencia simbólica de sus composiciones. El fondo blanco o neutro, la escasez de contexto narrativo, y la frontalidad de las figuras acentúan el efecto hipnótico de su presencia. Estas chicas parecen surgir de un sueño febril o de un recuerdo reprimido: son fantasmas de carne y tinta.

Pero sería un error reducir su obra a un mero ejercicio estético o a una exploración de lo siniestro. Lakormis está, en el fondo, construyendo una mitología femenina propia, tan ajena al canon patriarcal como al ideal de feminidad domesticada.
Sus personajes son sujetos activos, incómodos, incluso salvajes, cuya expresión desafiante pone en jaque cualquier intento de clasificación. No se trata de una feminidad decorativa, sino de una feminidad incómoda, visceral, llena de contradicciones, como lo es también la experiencia real de ser mujer en un mundo que todavía oscila entre el deseo de control y la necesidad de liberación.

El uso de materiales «blandos» como la acuarela y el pastel resulta aquí profundamente estratégico.
Ambos medios remiten al ámbito de lo íntimo, lo casero, lo doméstico. Son técnicas que evocan una cierta vulnerabilidad, pero en manos de Lakormis adquieren una dimensión subversiva. La ternura, en este contexto, no es un fin en sí mismo, sino un vehículo para la inquietud.
En sus ilustraciones, lo tierno nunca es del todo seguro. Como espectadores, nos encontramos ante una paradoja: sentimos compasión y desasosiego al mismo tiempo, como si lo infantil y lo demoníaco se disputaran el alma de sus personajes.

Así, Merve Morkoç, bajo el escudo artístico de Lakormis, construye un universo profundamente personal que se inscribe en las grietas de la representación clásica. Su obra no busca complacer, sino interpelar. No ofrece respuestas, sino espejos rotos donde cada fragmento refleja una versión distorsionada —y por ello quizás más verdadera— de nuestras propias tensiones internas.
En sus chicas hay dolor, sí, pero también hay afirmación, poder, y una belleza difícil de nombrar. Una belleza que inquieta, que permanece. Una ternura que incomoda.
Para más información: lakormis.co
Lakormis: la ternura perturbadora del inconsciente femenino. Por Mónica Cascanueces.