Remedios Zafra ahonda en de las trampas de la autogestión burocrática a través de máquinas a los sesgos tecnológicos, que pueden perpetuar estructuras de desigualdad.
El informe: Trabajo intelectual y tristeza burocrática. Tiempo atrás, algunos pensadores nos vendieron la idea de un futuro en el que el ocio ocuparía el centro de nuestras vidas mientras las máquinas trabajarían por nosotros y crearían riqueza.
Ese futuro utópico no llegó jamás, y a lo que nos enfrentamos es a un presente en el que al hablar del mundo laboral nos vemos abocados a utilizar palabras como hiperproductividad, precariedad, competición, burocracia… Ante este panorama, Remedios Zafra se rebela y dice a la vez sí y no.

No a la violencia burocrática, a la tristeza administrativa y a la deshumanización tecnológica; al desafecto que se extiende entre los trabajadores cuando su tiempo está ocupado por tareas que nada tienen que ver con su propósito: investigar, enseñar, crear…
Sí a transformar esta situación, a liberar el tiempo propio, del que nacerían mejores ideas y mayor compromiso con aquello que hacemos, con la sociedad, los cuidados y el planeta, la atención que requieren la justicia y la ciencia, o el goce de la cultura.
Este informe pone al mando el alma y el estómago frente a tecnologías que en nada contribuyen a la emancipación. Frente al hartazgo de un hacer mecánico que engendra desapego, la autora se pregunta: ¿qué está en juego si el trabajo intelectual sigue cediendo a la obediencia?, ¿quiénes perturbarán a las personas para recordarles que son personas?, ¿quiénes intentarán cambiar pesimismo por crítica, resignación por vínculos?
Es imposible una utopía humana en un mundo donde cada cual sobrevive frente a su pantalla/espejo. Remedios Zafra
No solo es una de las ensayistas más premiadas de la escena nacional, sino que su campo de estudio, la identidad en redes sociales y el cambio de paradigma en la cultura contemporánea impuesto por la digitalización, es una de las cuestiones más apremiantes del momento. Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) es investigadora en el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y acumula casi dos décadas de lanzamientos editoriales, pero fue El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital (Anagrama, 2017) el título que marcó un punto de inflexión en su carrera –acaba de ser incluido por Babelia en la lista de los 100 libros españoles de lo que va de s.XXI–.
El bucle invisible (Ediciones Nobel), un texto que ha sido galardonado con el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos. En él, Zafra ahonda en los peligros de la ‘cultura algorítmica’. Un compendio de amenazas que van de la falta de transparencia en materia de programación y las trampas de la autogestión burocrática a través de máquinas a los sesgos tecnológicos, que pueden perpetuar estructuras de desigualdad.

El informe: Trabajo intelectual y tristeza burocrática. Sin olvidar, claro, uno de sus temas favoritos: el agotamiento de estar sometidos a un flujo laboral incesante que invade hasta la última frontera de lo que antes se entendía como un tiempo cualitativo de descanso.
Preguntarnos por lo que estructuralmente nos sostiene pero ‘no vemos’ es una forma recomendable de curiosidad. Seguramente tú, como muchas personas, piensas que alguien se habrá preocupado de construir ese andamiaje de manera segura y buena.
Remedios Zafra: «La soledad es colectiva y hay un intento de instrumentalización por parte de la industria»
La complejidad del mundo en que vivimos no nos permite cuestionarlo todo, pero ese hacer reflexivas las cosas es función de quienes nos dedicamos al pensamiento. Cuando descubrimos que la neutralidad que presuponemos en determinada tecnología no es tal y que contribuye a perpetuar estereotipos, a mantener formas de desigualdad o a hacernos más adictos, no podemos cerrar los ojos.
Los logros sociales que se han ido consiguiendo parten de hacernos preguntas y de desarrollar una conciencia crítica capaz de identificar lo que daña a las personas para intentar mejorarlo.
Esa estructura digital tan poco atractiva para la mayoría habla de una vida en las pantallas que hemos normalizado como si fueran nuestras calles y casas, pero no están gestionadas por poderes democráticos sino por los poderes mercantiles con gran control sobre la sociedad, la intimidad y las vidas de las personas.
Cuando el capital manda, a menudo se aparta la ética para que no incomode. Se crea una buena campaña de marketing que reitere mensajes afectivos de que las personas nos importan y que son lo primero y nadie se pregunta más allá. Damos por hecho que las cosas que usamos y consumimos están pensadas con fines también éticos, cuando el fin es ganar dinero. Para llevar la ética informática al ámbito cotidiano solo hace falta preguntarse: ¿acaso puedo no estar en las redes que habito? ¿puedo no aceptar los consentimientos de letra minúscula por los que paso automáticamente?…
Es decir, preguntarnos por lo que se nos presenta opcional y sentimos obligatorio. Sobre los distintos sesgos que conlleva la programación informática, el problema es que cada vez son estructuras más opacas que las empresas no permiten ver. ¿Cómo cuestionar una IA si no se conocen los criterios que ha manejado para por ejemplo despedir a una persona?
El informe. Trabajo intelectual y tristeza burocrática. Por Remedios Zafra