Mary Shelley fue una visionaria, con su libro ‘Frankenstein o el moderno Prometeo’, no porque fuera esotérica o una profeta, sino porque realmente moldeó y pudo ver mucho de lo que estaba pasando en ese momento
El libro es una reflexión sobre los límites del conocimiento y no un cuento de terror, pues la criatura fue inventada sin la intervención de lo sobrenatural, como resultado de una posibilidad seriamente debatida en aquella alborada de la ciencia moderna.
‘Frankenstein o el moderno Prometeo’ de Mary Shelley ¿Qué sucede cuando un hombre juega a ser Dios? Víctor Frankenstein, como una especie de moderno Prometeo, crea un monstruoso ser en su afán por dar vida. Pero la bestia resultante no encontrará refugio alguno en una sociedad que no está preparada para dar cabida a lo diferente.
Frankenstein, obra fundamental del mentado género gótico, es una honda indagación sobre las características más bajas del ser humano, una reflexión acerca de las consecuencias de la ambición desmedida del hombre, además de un punzante comentario sobre la pérdida de la pureza y la inocencia. Hoy es considerada, también, por muchos como la primera obra de ciencia ficción jamás escrita.
Siguiendo la estela de los múltiples artistas que han imaginado y reproducido visualmente la mítica obra de Shelley, David Plunkert, quien ha trabajado también en Edgar Allan Poe. Cuentos y poemas (Libros del Zorro Rojo, 2019), ilustra la presente edición con sus potentes collages.
Sobre Mary Shelley
Nació en Londres, en 1797. Fue hija de la feminista, filósofa, educadora y escritora Mary Wollstonecraft, quien murió tras el parto, y de William Godwin, filósofo anarquista, novelista y periodista. A lo largo de su vida escribió otras novelas, como El último hombre o Las fortunas de Perkin Warbeck, y un buen número de relatos. Estaba casada con el poeta Percy Bysshe Shelley, muerto en un naufragio en 1822. Durante casi tres décadas, Mary conservó el corazón de su marido muerto envuelto en un cajón.
Frankenstein o el moderno Prometeo’ de Mary Shelley con ilustraciones de David Plunkert y traducida por María Engracia Pujol