Para Unknown Pleasures (lanzado en junio de 1979) de Joy Division, Hannett atenuó la estridencia a través de los efectos de eco y reverberaciones que le dieron al disco esa fachada sonora atmosférica y lúgubre que hoy disfrutamos.
Háblame de una canción: She’s lost control de los Joy Division. Su carrera fue relativamente corta, pero el tiempo se encargó de darles sus lugar como una de las bandas más emblemáticas de Inglaterra. Es más, su primer álbum de estudio, Unknown Pleasures, es a día de hoy un disco que sigue vigente tanto por su música como por la icónica portada que lo viste.
Su trabajo ha trascendido década tras década y constantemente, se les identifica como los amos absolutos de este género conocido como post-punk. Por supuesto, no podemos afirmar esta idea pues se trata de un argumento subjetivo, pero lo cierto es que quizá ninguna otra agrupación mantiene ese misticismo dentro de lo que este estilo musical comprende.
Háblame de una canción: She’s lost control de los Joy Division. Salford, dice Tony Wilson en el maravilloso libro Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás (2020) escrito por Jon Savage, era el ejemplo de suburbio en “donde estaban las casas de la clase obrera”.
Salford también era sinónimo de desempleo, suciedad, y edificios antiguos medio derruidos. La orografía de una ciudad deja mella en la memoria de la gente. Confusión.
Confusion in her eyes that says it all.
She’s lost control.
Los mancunianos son gente de bien, la rebeldía lo tienen en su ADN, y con ingenio. Construyeron el Canal Marítimo para traerse el agua de Liverpool, y así poder crear rutas comerciales a través de la navegación por los ríos Mersey e Irwell.
Era 1887, y el canal de navegación costó un dineral, pero la gente de Salford decía con la boca llena que el colectivismo y la lucha eran los rasgos comunes de los hombres de bien. Manchester y Salford están separados por el rio Irwell, pero si eras de Manchester no podías ser de Salford y viceversa. Salford tenía su propia expresión de orgullo.
La confusión se reflejaba en unos muchachos de tez lívida que querían exorcizar los fantasmas de su mente, y de una ciudad que les hablaba. La ciudad postindustrial. La fortaleza de hormigón. La orografía del trauma más grande que la vida.
And she’s clinging to the nearest passer by,
She’s lost control.
Bernard Summer, Stephen Morris, Peter Hook e Ian Curtis deambulaban de jóvenes por la Gran Manchester.
Sus calles estaban desprovistas de vida. Calles que parecían parques de esculturas fantasmales. Vestían camisas y gabardinas largas. Ni atisbo de pose dark.
Eran estudiantes que habían mamado mucho rock de los 70. Slade, Deep Purple, Status Quo…, grupos de este pelaje que veían en concierto en el Free Trade Hall, faraónico teatro que levantaron los aguerridos mancunianos para rememorar la Masacre de Peterloo. Se perdió el control. La multitud tomó las calles y quería el poder.
Sumner y Hood se conocieron en el instituto. A Sumner le gustaba compartir discos de Ennio Morricone, y a Hood le gustaba ir a un pub en donde solía actuar Bowie.
And she gave away the secrets of her past,
And said I’ve lost control again,
And a voice that told her when and where to act,
Ian era un tipo alegre, aunque en las fotos promocionales parece que siempre mire al vacío. Trabajaba en Rare Records, una tienda para hipters. Allí solía ir Stephen Morris a encargar discos. Dice que Morrissey le llegó a birlar un disco que había mandado traer de Jobriath. Mozzer sabe camelarse al más pintado.
Una voz interior le dijo a Morris que Curtis era un tipo interesante, culto, diferente. Las voces interiores nunca mienten. Rare Records también solía frecuentarla Mark Reeder (luego representante de Factory en Alemania), y tenía largas charlas con Ian sobre kraut, Wendy Carlos, Ballard, Kraftwerk, King Crimson, The Stooges…
Otro asiduo al local era Tony Wilson. Siempre iba a la hora del cierre. Era el típico cliente pesado. Tenía un programa en la BBC que quería competir con Top Of The Pops.
La cultura juvenil podía también mirarse en su What’s On, o eso creían los altos mandos. Pero la música interesante que llegaba a los oídos de Wilson era la de su amado Guy Clarke o Willie Nelson, hasta que Morrissey, siempre Mozzer, le escribió una carta para decirle que a ver si de una jodida vez invitaba a su programa a gente que le molaba mucho como The New York Dolls o Iggy Pop. Wilson era listo, eso ya lo sabíamos, y se puso manos a la obra.
She said I’ve lost control again.
And she turned around and took me by the hand and said,
I’ve lost control again.
And how I’ll never know just why or understand,
Junio de 1976. Hook y Summer llamaron a su otro amigo Terry Mason (después gestionaría las giras de Joy Division) y se fueron a ver a los Sex Pistols.
La juventud hincaba los dientes, y se cagaba en tu puta madre. Tenían actitud Sid & Co en el escenario. Perdían el control. Te lo hacían perder. Los interrogantes se disipaban para enfrentarse a nuevos retos.
Los nuevos retos eran deconstruir los acordes, hacer del rock un nuevo lenguaje ya inventado para la juventud.
Hacer que la vanguardia se aliara con la gente joven. Y bailara con los ojos en blanco.
Warsaw nace después de ver a los Sex Pistols, y de ser testigo de la fuerza de Buzzcocks y The Damned.
Ian Curtis aparece en escena. Toca la mano de Bernard, de Terry y de Peter, y les dice que hay que montar una banda.
El nombre de la banda era un homenaje a David Bowie y su tema “Warszawa”, esa epopeya siniestra que está contenida en Low. Debutaron en 1977 abriendo para el grupo de Pete Shelley.
Dice Bernard Summer que nuestro frontman quería hacer música extrema. Amaba lo fronterizo, lo que estaba al borde del cataclismo.
She said I’ve lost control again.
And she screamed out kicking on her side and said,
I’ve lost control again.
And seized up on the floor, I thought she’d die.
Háblame de una canción: She’s lost control de los Joy Division. Ian amaba el vacío, y perdía el control en el escenario. El escenario era la vida.
Su vida era una performance de ritmos tribales y sincopados y enloquecidos. Warsaw se convirtió en la banda más impopular de Manchester. Normal. Demasiado raros. El caos era indomable.
Llegaron los The Fall para hacer sombra a los Buzzcocks. El pastel se lo repartían entre ellos. Martin Hannett descuelga el teléfono.
Nace Joy Division. El nombre lo puso Curtis tras leer La casa de las muñecas de Ka-Tzetnik en la que narraba sus vicisitudes en el campo de concentración de Auschwitz.
Se presentaron a una especie de concurso de talentos bajo la tutela del sello Stiff. Allí se presentaron grupos como The Negatives que alentaron a ver la cara más vengativa de Ian Kevin Curtis.
Amenazó a sus integrantes con rajarles la cara con el culo de una botella. La muerte era amiga inseparable. Era su espejo. Su reverso.
Wilson vio a Warsaw en directo, y lo primero que pensó fue que eran una porquería. El cantante lo hacía como si maullara, pero no sabía que estaba en pleno exorcismo. Era como James Brown con un pedo monumental.
She said I’ve lost control.
She’s lost control again.
She’s lost control.
She’s lost control again.
She’s lost control.
Well I had to ‘phone her friend to state my case,
And say she’s lost…
Tony contacta con Peter Saville para encargarle el trabajo artístico tanto para el local de conciertos que iba a inaugurar, como para el sello que quería emprender bajo el nombre de Factory. Una iconografía postmoderna que se sustentaba en el neoclasicismo desplazado de su lugar natural. Perder el control. Desnaturalizar el ritmo.
Joy Division y el revolucionario ‘Unknown Pleasures’
Publican Unknown Pleausures en 1979. Saville dio forma a la icónica portada de los 100 pulsos sucesivos del primer púlsar descubierto. Ian trabajaba en un centro de rehabilitación para gente con discapacidad psíquica, mientras él tiraba como podía con sus achaques de salud, y sus inestabilidades emocionales con Debbie.
“She’s lost control” la inspiró una chica que iba al centro a buscar curro. Sufría epilepsias muy seguidas. Un día dejó de ir a visitar el centro, y pensaron que habría encontrado un puesto en algún sitio. Un día le dijeron que había muerto en uno de sus ataques.
El tema abre la cara b del elepé. El sonido es marcial, hierático, duele oír ese dialogo entre batería y la línea de bajo eléctrico de Hook que escupen radioactividad.
Sonidos de raíz teutona que retoman la herencia de Neu!, Can, Kraftwek, y el punk de los The Stooges pero en estado de coma inducido. Hannett quería captar el silencio que se escapaba de entre las grietas de cada nota. La orografía del vacío.
Háblame de una canción: She’s lost control de los Joy Division. Por Luis Moner