Pintura, sangre, sexo y muerte: en las tripas del accionismo vienés
Hermann Nitsch: el jinete de la sangre. Sus obras plásticas parecen surgidas de los sueños de Dexter Morgan o de los diseñadores de escenarios de Doom, y sin embargo Nitsch tuvo un inicio tradicional: quiso ser pintor de iglesia al estilo barroco, hasta darse cuenta de que su tema favorito eran las crucifixiones.
Al cumplir los diecinueve años se le ocurrió una idea que bautizó como «Teatro de Orgías y Misterios», una mezcla de representación teatral y orgía dionisíaca que utilizara sangrienta imaginería religiosa sacrificial para provocar experiencias sexuales místicas y catarsis aristotélicas explosivas. Lo típico que planea cualquier adolescente.
Para materializar esta idea estudió mitología, psicoanálisis, antropología y teatro. Ya tenía claro cuál iba a ser su obra definitiva: una representación de seis días de caos sangriento ininterrumpido en un castillo, en una versión sin víctimas de Los 120 días de Sodoma.
Pero mientras se aproximaba a ese ideal fue desarrollando la idea de la espiritualización del sacrificio, a través de manifiestos que nos han dejado sentencias como:
«A través de mi producción artística (una forma de adoración de la vida) asumo todo lo que parece negativo, indeseable, perverso y obsceno, la lujuria y la histeria sacrificial resultante, para ahorrarte a TI la denigración y la vergüenza implicadas por el descenso a lo extremo».
Su primer acto como accionista vienés tuvo lugar en 1962 en el concurrido apartamento de Mühl: vestido con una túnica blanca y atado a unas argollas de la pared, fue rociado con sangre de cordero.
En casi todas sus acciones posteriores algún cordero acabará degollado y destripado para que sus vísceras empapen al artista y a los espectadores. Varias asociaciones de defensa de los animales tienen a Nitsch en el punto de mira, aunque él mismo dijera en su manifiesto:
«No se matará a ningún animal para el Teatro de Orgías y Misterios; solo los animales muertos de viejos o que se han tenido que sacrificar serán destripados».
Desgarrar el cordero es el símbolo del exceso primigenio, un rito que sustituye al sacrificio humano: el descuartizamiento de Osiris, el desmembramiento de Orfeo por las bacantes, el desgarro de Dionisio a manos de los titanes…
No faltan momentos gore en la mitología clásica. Nitsch, admirador de Freud y Jung, busca acceder a un inconsciente colectivo primitivo y brutal.
Hermann Nitsch: el jinete de la sangre. Las representaciones en directo del Teatro de Orgías y Misterios iban acompañadas de baile frenético y música experimental que incluía ensordecedores gritos humanos a todo volumen.
Los participantes en el ritual perforaban vejigas de cerdo llenas de sangre y tinte bermellón, machacaban frutas, desgarraban carne cruda con manos y dientes.
Todo en silencio o entre gruñidos: citando el manifiesto de Nitsch, «se reduce la capacidad de hablar a la liberación de gritos de lujuria». Lo pueden ver en su vídeo, si tienen estómago suficiente, una muestra de este teatro de los sentidos que parece también una toma falsa de The Walking Dead. Al éxtasis místico a través del gore.
Varios enfrentamientos con la policía culminaron con dos semanas de cárcel y una condena de seis meses en libertad condicional en 1966, a raíz de una pintura realizada con sangre de menstruación.
Pocos años más tarde compró el castillo barroco de Prinzendorf, al norte de Austria, y se instaló allí como un vampiro moderno para continuar sus orgías y misterios. Dos actuaciones en particular merecen especial atención…
Su 80ª acción duró tres días, durante los que los participantes pudieron ir y venir como quisieran por el castillo, vestidos de blanco y guiados por actores que acababan crucificados y cubiertos de sangre y tripas. No faltó de nada: procesiones con antorchas, orquestas, helicópteros lanzando cubos de barro y sangre sobre tanques del ejército…
En 1998, Nitsch logró en su 100ª acción llegar al fin a los seis días ininterrumpidos de orgía mistérica, en una representación gore de la historia de la creación.
Hoy en día Nitsch se ha convertido en el gemelo aún más sanguinario de George R .R. Martin. Con su imaginería sangrienta uno podría pensar que es un psicópata en potencia, pero nada más lejos de la verdad: parece el más bonachón de los accionistas.
Hermann Nitsch: el jinete de la sangre. Por Josep Lapidario