«No creas todo lo que piensas» – reaparece por las redes cada cierto tiempo, como si fuera la gripe o algo así. Me llama poderosamente la atención.
No creas todo lo que piensas. Estas notas, me gustaría pensar que «ligeras», van dedicadas a mi padre, a quien siempre le preocupó la verdad – y que quizás por la sinceridad de aquella preocupación siempre se planteó la búsqueda con bastante humildad.
Van para seis meses de su muerte y lo echo de menos. De muchas de las cosas que escribo aquí habría hablado con él. Siendo yo muy pequeño ya me dijo que los anuncios de la televisión no debía uno creéselos… En eso seguimos, lo que pasa es que cada vez me creo menos cosas…
Ya se sabe, nunca es fácil dar con «la justa medida» – otro tema que interesaba a mi buen padre
______
¿Quién osaría pretender aún hoy que su cólera sea verdaderamente suya,
cuando tantos se atreven a decirle cómo se siente, sabiéndolo mejor que él mismo?
~ Robert Musil, El hombre sin atributos, citado por Maurizio Lazzarato, 2010, «La máquina», en Brumaria núm 7. Arte, máquinas, trabajo inmaterial, 2006, pp. 91-06.
______
La imagen que acompaña el texto, con el lema que le da título – «No creas todo lo que piensas» – reaparece por las redes cada cierto tiempo, como si fuera la gripe o algo así. Me llama poderosamente la atención. Porque uno, cada vez más, duda de lo que piensa, siente, desea… No acaba de saber si es suyo-suyo, o como sugiere Lazzarato, es un extraño y secreto injerto o contagio o algo así…
______
De diferentes maneras esta idea, esta preocupación sobre el carácter «verdadero» de lo que pensamos, sentimos, deseamos, etc. está presente en el pensamiento, desde siempre – o al menos desde los orígenes de la Filosofía — orígenes que tendrían que ver con esto probablemente: cómo distinguimos lo verdadero de lo no verdadero… Se nos presenta con diferentes formulaciones: que las apariencias (fenómena) y la opinión (doxa) pueden ser engañosas. O que la verdadero, sea lo que sea, no es evidente. O que lo que debamos pensar y hacer es algo que hay que descubrir y que no podemos limitarnos a las intuiciones inmediatas, los saberes convencionales, o lo que nos cuentan los poderosos o los que quieren influir en nuestras acciones.
______
Quizás lo singular de la contemporaneidad sea que no sólo los fenómenos y la opinión, externos a nosotros sean considerados susceptibles de ser engañosos, sino que lo que sentimos en el interior de nosotrxs mismxs, lo que en otros tiempos habríamos pensando como lo más íntimo del yo, podría también ser equívoco, falso, una especie de trampa o engaño: «No creas todo lo que piensas». La sospecha, incluso, de que lo que – como si fuéramos artistas románticos – percibimos como más auténtico en nosotros, nuestra «esencia» que dirán algunos, sea una especie de sucedáneo… nuestras inclinaciones, nuestros gustos, nuestros deseos… La sospecha de que no podemos confiar ni en nosotros mismos… ¿En qué o en quién podríamos entonces confiar? Oh my dog!
______
Aunque si lo pensamos bien, esta desconfianza en el yo más íntimo – ya sea de nuestras «pasiones» en algunas tradiciones, ya de la «razón» en otras, tampoco es nada nuevo: es vieja-vieja. Paso a citar tan sólo algunos ejemplos que leí recientemente y me gustaron.
El caso de los estoicos, según aprendo en La ciudadela interior de Pierre Hadot – formidable libro. Explica Hadot que para los estoicos un elemento fundamental de la filosofía, quizás el principal, era saber cómo vivir. Y que esto se organizaba según tres «disciplinas»: la disciplina del juicio o de la representación, la disciplina del deseo y la disciplina de la acción. La máxima de Epicteto, el gran maestro estoico, nos ilustra sobre el contenido y el sentido de la disciplina del juicio: «Lo que nos turba no son las cosas sino nuestros juicios sobre las cosas». En cuanto al deseo, los estoicos tratan de limitarlo a aquello sobre lo que tenemos capacidad de influir.
El caso de los epicúreos. Esta «escuela» – término que etimológicamente está asociado a la idea de camino o vía, por cierto — tenía una elaborada teoría del deseo. Los deseos se clasificaban para los epicúreos en: 1) naturales y necesarios: comer y cosas así, pero también tener amigos, conversar… 2) naturales pero no necesarios: no tendríamos que prescindir de estos deseos, pero sí satisfacerlos, en el caso de que lo hiciéramos con prudencia o con buen juicio – sería el caso del amor romántico para los epicúreos, por ejemplo. 3) por último estaría el caso de los deseos no naturales y no necesarios; en esta categoría incluían los epicúreos cosas como la riqueza, el poder, la fama… Unas máximas epicúreas podrían sintetizar estas ideas y ayudar a situarlas en nuestro pequeño discurso:
«La riqueza acorde con la naturaleza está delimitada y es fácil de conseguir. Pero la de las vanas ambiciones se derrama al infinito». ~ Epicuro, Máximas capitales, 15
«El que presta atención a la naturaleza y no a las vanas opiniones es autosuficiente en cualquier circunstancia. Pues en relación a lo que por naturaleza es suficiente toda adquisición es riqueza, pero en relación a los deseos ilimitados la mayor riqueza es pobreza».
«La felicidad y la dicha no la proporcionan ni la cantidad de riquezas ni la dignidad de nuestras ocupaciones ni ciertos cargos y poderes, sino la ausencia de sufrimiento, la mansedumbre de nuestras pasiones y la disposición del alma a delimitar lo que es por naturaleza.»
Estas dos últimas forman parte del llamado Gnomologio Vaticano; en mi caso proceden del libro Filosofía para la felicidad, Fragmentos y testimonios escogidos, traducción de C. García Gual, máximas 5 y 6, pp. 75-92.
El caso de Michel Eyquem de Montaigne: otro autor al que leía recientemente: su ensayo De la soledad (c. 1580). Trata allí de la vida en soledad dedicada a la lectura, la meditación y la escritura y la búsqueda de la virtud en un sentido que sería composición de ideas estoicas y epicúreas. Como es bastante conocido Montaigne vivió durante diez años como una especie de eremita o ermitaño laico, humanista… – Digresión: aunque siempre pensé que «eremos» – ?????? – significaba desierto leo ahora que significa más específicamente lugar separado, alejado, solitario… desierto, por tanto, en el sentido de que no hay nadie… http://etimologias.dechile.net/?ermita
Citaba Montaigne, muy en su línea, al clásico Horacio (Epístolas, I, xiv, 13):
In culpa est animus, qui se non effugit unquam.
La traducción al francés del propio Montaigne de la que derivo el castellano dice: Nostre mal nous tient en l’âme: or elle ne se peut eschapper à elle mesme: «Nuestro mal nos tiene en el alma: entonces, ésta no puede escapar de sí misma». «El mal» en este caso sería el asociado a la vida «en la corte».
Seguía Montaigne: «Por eso tenemos que recuperarla [el alma] y retirarla en sí misma. Esta es la verdadera soledad. Puede ser disfrutada en las ciudades y en las cortes de los reyes, pero más convenientemente, apartados» […]
______
La novedad del tiempo más actual, quizás, sea la idea o incluso la consciencia de que en tanto que sujetos o personas o participantes de ciertas subjetividades somo producidos por las sociedades de las que formamos parte, mediante la educación, los hábitos, los medios de comunicación, el estar atravesados por las ideas y sentimientos dominantes de cada época y entornos sociales… Lo que sugerían Musil y Lazzarato en el epígrafe introductorio.
Leía estos días sobre Theodor Adorno, que escribía a mediados del siglo XX sobre las sociedades totalizantes – expresión que suena a «prima hermana« de la idea de totalitarismo, término que no se si debemos a Hannah Arendt o era anterior a ella –. Frente a estas sociedades totalizantes, Adorno proponía la idea contradictoria de autonomía, a la que en sus aspectos positivos – la autonomía como resistencia – accederíamos mediante una educación emancipadora, cuya misión sería la de «desarrollar una forma de reflexión crítica sobre uno mismo que aseguraría que los comportamientos ciegos del pasado – que Adorno representaba paradigmáticamente con el Tercer Reich y con Auschwitz – no pudieran repetirse». (O’Connor: 130). Esta formulación me llama poderosamente la atención hoy que vemos cómo están retornando por todo el planeta las pulsiones totalitarias o fascistas o como prefiramos llamarlas.
Félix Guattari sería otro autor querido que subraya la importancia de la «producción de subjetividad» como territorio crítico de conflicto. En un libro que un amigo me recomendó con entusiasmo encontré una expresión que me pareció afortunadísma: «la resistencia íntima». (Ese es el estupendo título — con el desarrollo no conecté tan rotundamente; igual tengo que intentarlo otra vez).
______
Seguramente estoy mezclando cosas diferentes. Lo que me preocupa más específicamente es lo que decía la imagen: «No creas todo lo que piensas». ¿Qué creemos entonces de lo que pensamos? ¿Hasta qué punto podemos fiarnos de «nosotros mismos»? – El hecho de que a lo largo de mi vida haya creído con una cierta firmeza cosas que ahora me parecen bastante ingenuas, refuerza estas inquietudes. Quiere uno imaginar que eso habrá ocurrido a muchos, no sólo a mí…
Al final, entonces, ¿con qué me quedo? … Pues de momento, creo que con el «escepticismo moderado» de, por ejemplo, alguien como David Hume. Un escepticismo que trata de ser amable con los otros y con uno mismo. Parecerían cosas sin relación, — ¿verdades y afectos? –, pero hoy me parece que sí que tienen relación… Hablando de lecturas, Nabokov sugería hacerlas con “kindness to the author” – amabilidad con el autor… Spinoza por su parte escribía sobre tratar de entender más que de condenar… Y luego estarían las diferencias, cuando no los abismos, entre el pensamiento y la acción y cómo interpretamos la acción – como decía un buen colega en Tuiter estos días…
Ahí andamos… Vale.
____________
#algunasReferencias
* Al recopilar la bibliografía mencionada me doy cuenta con un poco de espanto que son todos hombres… Igual tendría que plantear otra versión del asunto con mujeres… O no… :-O
Epicuro – con introducciones de Carlos García Gual, Emilio Lledó & Pierre Hadot; traducción de Carlos García Gual, 2016 [2013], Errata Naturae. Colección la Muchacha de Dos Cabezas, Madrid
Josep M. Esquirol, 2015, Resistencia íntima. Ensayo de una filosofía de la proximidad, Acantilado, Barcelona
Félix Guattari, 2000 [1989], Las tres ecologías, Pre-textos, Valencia
Pierre Hadot – con prólogo de Arnold I. Davidson; traducción de María Cuquerella, 2013 [1992], La ciudadela interior. Introducción las Meditaciones de Marco Aurelio, Alpha Depay, Barcelona
Maurizio Lazzarato, 2010, La máquina, en Brumaria núm 7. Arte, máquinas, trabajo inmaterial, 2006, pp. 91-96
Michel de Montaigne, c. 1580, Essais. Livre I, chapitre XXXIX, De la solitude, véase por ejemplo; https://artflsrv03.uchicago.edu/philologic4/montessaisvilley/navigate/1/3/40/
Brian O’Connor, 2013, Adorno, Routledge, Nueva York
No creas todo lo que piensas. Notas de José Pérez de Lama / 2021