Un ciclo cinematográfico en la Filmoteca de Cataluña y una retrospectiva de carácter museográfico en La Virreina ahondan en la polifacética, influyente y personalísima obra de la escritora francesa Marguerite Duras
Marguerite Duras: la escritura como terapia. Decía Maguerite Duras que “el mejor modo de llenar el tiempo es gastándolo”. Ella predicó con el ejemplo. Nacida en Gia Dinh el 4 de abril de 1914, acabó sus días en París el 3 de marzo de 1996.
Ocho décadas de intensa y apasionada existencia que llenó con tormentosas relaciones, un enérgico activismo político y con una fecunda producción literaria, periodística, fílmica y televisiva, la faceta más desconocida e inexplorada de esta autora de culto convertida en icono popular.
De ella se podría decir que tuvo una vida de cine, pero no en el sentido de que fuera un camino de rosas. Al contrario. Su desdichada infancia en la Indochina francesa y la traumática relación con su madre dejaron en su alma una huella indeleble que marcó hondamente toda su biografía. Una herida emocional abierta que, a cambio del sufrimiento infligido, le concedió una extraordinaria solidez intelectual.
De guionista a directora, Marguerite Duras: un placer para iniciados
Su vinculación con el séptimo arte comenzó con la escritura de los guiones de Hiroshima mon amour (1959) del director Alain Resnais y de Una larga ausencia (1061) de Henri Colpi. Algunos años más tarde, descontenta con las adaptaciones a la gran pantalla que otros habían realizado de sus novelas como ocurrió con Esta Tierra cruel (1957) de René Clément o Moderato cantabile (1960) de Peter Brook, la escritora decidió ponerse tras la cámara para dirigir sus propias películas con la intención, sostenía, de “sustituir un lenguaje por otro”, incluso, “de destruir al autor del libro”.
Así pues en 1967 abordó su primer trabajo como directora con la adaptación de la pieza teatral La Música. Vendrían muchas más: Destruir, dijo ella (1969); Jaune le soleil y Nathalie Granger, ambas en 1972; India Song (1975); Le camion (1977), un diálogo entre Marguerite Duras y el actor Gérard Depardieu; Aurélia Steiner (1979); Agatha y las lecturas ilimitadas (1981); L’homme atlantique (1981) y Les Enfants (1985), la última que llevó a cabo. Unos largometrajes “en los cuales predomina la palabra, pero también unas imágenes que nos transportan visualmente al universo onírico sugerido por sus novelas”, apuntan desde la Filmoteca de Cataluña, entidad que acoge hasta el 8 de abril una retrospectiva de su producción cinematográfica.
Autobiografía literaria de Marguerite Duras
“Escribir: es lo único que llenaba mi vida y la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado”, afirmaba en su ensayo Escribir (1993) devenido en todo un clásico de la obra durasiana. Era su manera de exorcizar sus obsesiones, de adherirse a la vida, de afrontar su existencia mientras mantenía a raya la locura. Eso y el alcohol que también fue un fiel compañero de viaje del que nunca se separó. “Cuando me acostaba, me tapaba la cara. Tenía miedo de mí. No sé cómo, no sé por qué. Y por eso bebía alcohol antes de dormir. Para olvidarme a mí”.
No es de extrañar entonces que la literatura sea uno de los temas destacados de la muestra. Cincuenta y seis libros, entre novelas, recopilaciones periodísticas y piezas teatrales, conforman una suerte de manual que nos sumerge en la compleja y atormentada mente de la autora. La Vie matérielle era para ella “un libro que no tiene principio ni fin, y tampoco tiene centro”. “El libro solo representa, en el mejor de los casos, aquello que yo pienso algunas veces, y algunos días, sobre ciertas cosas”, decía. Igualmente su obra dramática “tensiona aquellas experimentaciones narrativas que un texto puede adquirir al enunciarse visualmente”.
Marguerite Duras, mucho más que «El amante» y las mujeres, protagonistas
Las mujeres fueron las absolutas protagonistas de sus escritos. En ellas condensa toda la profundidad existencial y narrativa que era capaz de transmitir, más si cabe en aquellos relatos en los que la propia Duras se erige como tema principal de su literatura, como ocurre en El amante (1984), la novela de tinte autobiográfico, traducida a 43 lenguas, por la que obtuvo el prestigioso Premio Goncourt y que le dio fama mundial.
Su personal estilo narrativo, cercano al denominado nouveau roman, la convirtió en un referente literario y cultural, pero también le motivó sonados rechazos. Simone de Beauvoir no entendía su escritura y Jean-Paul Sartre rechazó la publicación de unos cuentos en Les Temps Modernes porque, según él, escribía mal.
La polifacética Marguerite Duras y la escritura como terapia
La exposición recoge igualmente su papel como miembro activo del conocido como “grupo de la rue Saint-Benoît”, las reuniones celebradas en su domicilio parisino a las que eran asiduos Jean Genet, Jorge Semprún y François Mitterrand entre otros muchos.
Indaga además en otros aspectos profesionales menos explorados como fueron sus intervenciones en Dim Dam Dom, un novedoso magacín televisivo enfocado al público femenino en el que la autora dialogaba con celebridades de la época o con personajes anónimos como una joven estríper, un cuidador de un zoo parisino o con Marie-Marguerite Vigorie, la primera mujer directora de un penal de Francia.
Comisariada por Valentín Roma, gran parte de material fotográfico y cinematográfico que se exhibe en “Marguerite Duras” ha sido cedido por el hijo de la escritora, Jean Mascolo.
La muestra se podrá ver en La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona hasta el próximo 2 de octubre.
Marguerite Duras: la escritura como terapia. Texto: Yolanda Cardo
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