Cada fotografía antigua e intervenida por Beth Conklin reza resolver un enigma. Un ejercicio de poesía con imágenes
La poesía en imágenes de Beth Conklin. Las fotografías de Beth Conklin simulan la textura de un lienzo al óleo. Tela gastada e incluso rasgada que forma parte de juego óptico que añade más importancia a la fotografía. Pasajes «cotidianos» de unos sujetos que comparten espacio con anotaciones de página, inspiradas en la narrativa. Pueden ser, fragmentos de un libro o letras de canciones.
Las anotaciones, en este caso, son tan importantes como la imagen y nos desvelan detalles que suman información al conjunto. Son muchos los artistas que se inspiran en Magritte pero pocos los que logran presentar sus trabajos con una voz propia.
Las imágenes de Conklin insinúan baldosas blancas y negras, bombines ingleses y ausencia de rostros pero alcanzan un lenguaje personal. Tan enigmático y siniestro como hermoso e inquietante.
Cada fotografía reza resolver un enigma. Cercano a un ejercicio de poesía con imágenes. Alejándose de la frialdad implícita en el ordenador y el retoque digital aunque ellas sean la fuente de todas sus iniciativas.
Beth Conklin cuenta una historia en imágenes
Cada foto tiene un perfume añejo con unos personajes que se nutren de un estilo de principios del novecientos. La ensoñación, el ensimismamiento y la impasibilidad de los retratados (inventados por Conklin) muestran una aceptación total, sin resistencia a los microrrelatos que encierran las fotografía.
Las figuras dentro del marco buscan la libertad de forma silenciosa: mirando hacia afuera o espiando por la mirilla de una puerta como si ellos también fueran espectadores de la vida de quienes los contemplan.
Figuras que observan y a las que nosotros observamos. Derribando los límites y las barreras que separan a los que buscan en la obra y a los que viven en ella.