Productos premium, vinos de escándalo, cariño y agradecimiento
Cocina de producto en la Enoteca 1918. En este rincón sibarita del barrio de Santa Catalina la sala y la cocina forman un todo que funciona con elegancia, técnica, amabilidad y conocimiento.
En la Enoteca 1918 practican una cocina refinada, de proximidad y de temporada. Además, tienen una extensa y bien seleccionada carta de vinos y un gran parte de ellos italianos.
“Es un establecimiento muy sencillo, con el protagonismo puesto en los vinos y la materia prima”, explica su chef y propietario Manuel Caporale
En el breve lapso de espera uno puede observar buena parte de las botellas que se ofrecen en la muy competente carta de vinos.“Estamos donde estamos, pero como italianos tenemos casi todas las bodegas de Italia”, explica Manu. Y continúa: “Pero no nos olvidamos de los vinos del resto de España o de otras grandes zonas del mundo”, comenta.
Un paso más allá, justo en la boca del comedor, es fácil encontrar un magnífico mostrador de pescado del día.
Hay variedades entre marisco y pescado y las preparan con sencillez para que el producto brille por sí mismo. Son las vieras, los gambónes, el pescado fresco del día que preparan a la sal por ejemplo. También las carnes a la plancha, como el último que degustamos que fue un Tuétano con solomillo de ternera trinchado por encima, gírgolas, lascas de trufa negra y una salsa mágica. Impactante y lleno de sabor.
El comedor de la Enoteca 1918 es elegante, apacible y moderno, aunque conserva el poso histórico con alguna de las paredes hecha de piedra. “La idea es que el comensal venga, pase dos o tres horas, le sorprendamos con la cocina y pasen cosas en la sala”, aclara Caporale.
Su cocina es de temporada y proximidad, cambian las sugerencias dependiendo del producto que ofrece la estación. La oferta gastronómica la componen imprescindibles platos de la carta y un menú ejecutivo; dedicado al entorno y al paisaje.
Todo empieza con un aperitivo de dos “Tartar de atún sobre tempura de calabacín en tinta de calamar” Siguen las “Vieiras con fruta de la pasión, con guanciale crujiente y puré de apio nabo, los “Raviolis rellenos de setas y parmesano con trufa fresca”, mamma mía que delicia, y finalmente llega lo explosivo en cuanto a sabor, los “Cubitos de solomillo de ternera sobre tuétano de ternera, gírgolas y trufa negra”. Estaba buenísimo. De postre un clásico de la casa, un “Tiramisú a la Gianduia”, fresco y deliciosamente goloso.
La sensación final es que la Enoteca 1918 funciona como un engranaje perfecto. El resultado es un restaurante donde todo está pensado para el disfrute.
Cocina de producto en la Enoteca 1918. Fuente: Leonardo Lee
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