Joan Colom: En las ramblas hay prostitutas, turistas, delincuentes, policías… y yo.»
«Yo soy la calle», Joan Colom. Hoy rendimos homenaje a Joan Colom, fotógrafo fallecido en la Barcelona que le vió nacer y que retrató con un realismo brutal tras la posguerra.
Hijo de floristas, estudió contabilidad y comenzó a trabajar en una empresa textil, puesto que mantuvo durante toda su vida. Se inició en el mundo de la fotografía de forma completamente autodidacta, ingresando en el año 1957 en la AFC (Agrupación Fotográfica de Cataluña).


Cuatro años más tarde realiza su primera gran exposición en la Sala Aixelá. Bajo el nombre de «El carrer», presenta una serie de fotografías de los suburbios del Barrio Chino en las que borrachos, marineros y vagabundos son los verdaderos protagonistas.
Es entonces cuando se consolida como uno de los fotógrafos españoles más importantes de su generación, siendo seleccionado para viajar en 1962 a París junto a otros referentes como Oriol Maspons o Xavier Miserach.
Juntos conforman la «Nova-vanguardia», movimiento influenciado por grandes de la fotografía internacional de la talla de Man Ray y Cartier-Bresson. Esta agrupación es pionera en la composición de series fotográficas.



La Editorial Lumen le propuso trabajar en «Izas, rabizas y colipoterras», un libro en el que sus fotografías se completaban con textos de Camilo José Cela. No obstante, el resultado no fue el esperado. Según Joan Colom, el escritor trató con profundo menosprecio a los protagonistas de sus fotografías, aquellos a los que siempre había inmortalizado desde el respeto.

Este hecho, unido a la denuncia de una de las personas que aparecían en el trabajo, le sumió en una depresión que le apartó de la cámara cuando daba sus primeros pasos en el fotoperiodismo. Puesto que nunca vivió de la fotografía, continuó con su trabajo hasta la jubilación, momento en el que decidió retomar la gran pasión de su vida. No obstante, su obra cayó en el olvido durante años.
Cuando volvió a colocarse tras el objetivo, ni el Raval ni las Ramblas eran ya las mismas. Lo cierto es que él tampoco. Sustituyó la fotografía en blanco y negro por el color, pero continuó captando la esencia de una ciudad que ya era olímpica. Como él mismo explicó en una entrevista del año 1999, «En aquel momento desconocía que estuviera haciendo fotografía social. Yo sólo buscaba imágenes que me emocionasen».

¿Su secreto? Renunciar al visor y disparar siempre colocando su Leica por encima de las rodillas. Así conseguía el anonimato que le permitía fotografiar la vida tal como era, sin provocar ninguna alteración en su desarrollo. «Dediqué mucho tiempo a ensayar ante el espejo para aprender a encuadrar sin mirar».
La fotografía es una de esas locuras que te hacen diferente
El reconocimiento llegó tarde, pero siempre es mejor que nunca. En 2002 Joan Colom recibió el Premio Nacional de Fotografía de la mano del Ministerio de Cultura, y en los años posteriores acumuló una Medalla de Oro al Mérito Cultural, un Premio Nacional de Artes Visuales y la Cruz de San Jorge. Sin embargo, el mayor regalo fue una gran exposición en el MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña) que recogía toda su trayectoria profesional.

El artista donó a este organismo un total de 9.000 copias en papel y alrededor de 10.000 negativos que pudieron ser miles y miles más, pero acostumbraba a desechar aquellas imágenes que no sentía como suyas. Solía ir a revelarlas siempre a un pequeño comercio de la Calle Pelai y, mientras paseaba por Canaletes, iba observando cada una de ellas y tirando a la basura las que no cumplían sus expectativas.
«Yo soy la calle», Joan Colom. Fuente: Esther de Vicente