La Regla Crítica de Carlos Penas es un diálogo transversal entre las artes y miradas asombradas, inquietantes e incluso irrespetuosas, conocedoras del poder de la imaginación en la creación de identidades
Mea por ti y dices que llueve. Si una descompresión explosiva causada por la rotura de alguna sección del fuselaje provocaría la absorción de todo lo que no esté sujeto hacia el exterior, porqué se queda sin luz el indicador luminoso de los cinturones abrochados.
A lo mejor es para someter el hecho de volar al derecho de ser libres, o para inmortalizar el libre albedrío o para que no se libre ni dios, sin reproches. Y resolví mis dudas gracias a los caramelos ausentes de una azafata que nunca me los trajo, y comprobé si había alguien paseando por las nubes y aterricé sin vaivenes ni turbulencias en el aeropuerto de mis vacaciones, atiborrado de cadáveres y sin nadie para mi.
Se evaporan los sudores de los genitales y de los culos manchados de avaricia, de los sobacos y de los pies hinchados, de los montes quemados y de las leyes maltrechas. Se saturan las malas prácticas y los deseos de tenerlo todo a cualquier precio, los campos de batalla y las deposiciones de los vertederos, los cínicos y los hipócritas.
Se condensan a la temperatura de la fiebre y nos clavan el termómetro entre la inocencia de nuestras nalgas para señalarnos como culpables, para marcarnos como se marcan a las reses enfermas y para empalarnos con su lanza de mercurio.
Se multiplican las gotas de agua y se embarazan, se aceleran las transiciones de color y el rubio cenizo alimenta un marrón lleno de mierda porque la racionalidad de tratar de frenar el cambio climático choca con la irracionalidad subyacente en los cerebros humanos.
Y me extraño entre los seres extraños, y me echo de menos en los caminos, y me añoro en las cuatro estaciones, y me recuerdo tirando piedras al mar para batir mi propio récord, y me surco entre los surcos de un vinilo, y me refugio en los juegos de infancia y en la observación de los renacuajos, y me olvido en la butaca de un cine antiguo y mi sistema nervioso recibe sin nervios la señal de que debo vaciar la vejiga para eliminar las sustancias tóxicas, y me pongo a mear para redimirme de mis pecados y ser perdonado, santificado, justificado y bendecido, liberado, adoptado y reconciliado. Orino para estar en paz conmigo mismo y soy consciente de que si destruimos los bosques aumentamos la falta de lluvia cristalina y transparente.
Mea por ti y dices que llueve. Texto / imagen por Carlos Penas