LA SOLEDAD PROLONGADA FAVORECE EL DESARROLLO DE ENFERMEDADES, Y NEURONALMENTE, ENCIENDE LAS MISMAS ÁREAS ASOCIADAS AL DOLOR FÍSICO.
Hace poco salió a la luz un asombroso estudio que reveló que 1 de cada 4 estadounidenses adultos viven solos, y en Manhattan, por ejemplo, la cifra crece estrepitosamente a casi 1 de cada 2. Esto es nuevo en la historia del mundo, y coincide también, con una época en la que, por primera vez en la historia, la mayor parte de la población vive en las ciudades.
Vivir solo puede sonar muy atractivo, sobre todo en la era de individualismo que vivimos ahora, donde pareciera que las satisfacciones (¿placeres?) son lo más importante. Y aunque podría asociarse a personas que saben estar consigo mismas, y que han dejado de necesitar la compañía constante de otros (como la familia), en realidad la ciencia está comprobando que la soledad prolongada (incluso aunque tu personalidad propenda orgánicamente a ella) es procesada en tu cerebro como dolor físico.
Si en la historia del mundo el hombre siempre se movió en comunidad, y con un fuerte nexo de pertenencia por medio de la familia, hoy las cifras apuntan a que hemos cambiado de forma de vida, pero no de la necesidad de afecto como materia prima para el espíritu (de hecho hay estudios que apuntan a que lo que nos hace más felices, no es el dinero, o la fama, o el reconocimiento, es de, hecho, relaciones personales significativas).
La soledad prolongada no solo causa dolor físico para tu sistema neuronal, también, diversos estudios muestran la sorprendente relación del desarrollo de enfermedades o muerte más temprana en personas altamente solitarias. Enfermedades como cáncer, o males neurodegenerativos están asociados a la soledad.
El investigador John Caccioppo de la Universidad de Chicago lleva años estudiando la relación entre la soledad y nuestros mecanismos celulares. Entre sus hallazgos, publicados en su libro Loneliness: Human Nature and the Need for Social Connection, está el que la respuesta inmunológica en nuestro cuerpo disminuye en las personas altamente solitarias.
Por su parte, en otro par de estudios de Naomi Eisenberger, investigadora del Social Genomics Core Laboratory de la Universidad de California, por medio de un rastreo neuronal, encontró que las personas que se sienten desconectadas de otros encienden las mismas zonas en el cerebro asociadas al dolor físico.
Hoy contamos con herramientas milenarias para afrontar el mundo desde momentos de soledad altamente benéficas, como la meditación. Sin embargo, todo apunta a que ello no basta, necesitamos de los demás, compartir, sentirnos parte de algo. Y quizá es momento de dejar de sentirnos «todo poderosos» en nuestra individualidad para volver a al comunidad y estrechar lazos con otros. Tu salud mental y física lo demandan.