Violeta y Galileo: Amor en el barrio chino (Acto II). Al día siguiente, envuelto en un edredón solitario, Galileo se desperezaba con los pelitos de sí mismo pegados al ombligo. El olor de su propia intimidad le recordó la necesidad de ducharse en forma de lluvia y entre haceres y quehaceres asépticos decidió que debía…