El Burning Man se ha convertido en un festival caro, comercial y un sitio para «influencers de masas estúpidas» y celebridades desequilibradas que pagan un pastón para vivir experiencias rebeldes y espirituales en el desierto.
El festival Burning Man ha perdido toda su esencia. Este festival es ampliamente reconocido en todo el mundo, siendo un evento visualmente impresionante y uno de los más populares.
Inicialmente, surgió como una comunidad autónoma de contracultura psicodélica que aspiraba a un futuro sin las restricciones de la sociedad de consumo. Sin embargo, a lo largo de los años, muchos han observado que gran parte de su auténtico espíritu contracultural se ha ido desvaneciendo. Esto ha sido una preocupación expresada por algunos de sus participantes habituales durante varios años.
Adriana Roberts, quien ha asistido a Burning Man durante tres décadas y es conocida en la comunidad, recientemente compartió sus razones para distanciarse de este icónico festival en un artículo.
Como editora y publicista del periódico más influyente de Black Rock City, Roberts ha tenido la oportunidad de presenciar la evolución del festival a lo largo del tiempo. Aunque todavía encuentra aspectos interesantes en él, considera que es momento de tomar distancia.
Uno de los problemas más evidentes que Roberts destaca es el crecimiento exponencial de los costos asociados con la asistencia a Burning Man. Lo que comenzó como un boleto de $40 en 1993 ha aumentado significativamente a más de $900, sin incluir gastos adicionales como viajes y suministros.
Este aumento en el costo ha llevado a que el festival sea visto como un «parque de diversiones para adultos acomodados», excluyendo a muchos de los asistentes de larga data, incluida Roberts misma.
Roberts también señala un cambio significativo en la cultura del festival. Burning Man ha evolucionado hacia lo que describe como una «vacación ritual de trabajo» en lugar de una experiencia transformadora.
Debido a su creciente tamaño y la diversidad económica de sus asistentes, cada vez le resulta más difícil conectar con nuevas personas en el evento. Esto ha llevado a que sienta que está viviendo una experiencia similar a la de su entorno cotidiano, especialmente porque Black Rock City ahora parece reflejar los mismos estratos socioeconómicos que encuentra en ciudades más grandes como San Francisco.
Roberts encuentra que festivales más pequeños y económicos, como Neotropolis, ofrecen una sensación de comunidad más auténtica.
Después de tres décadas de una profunda implicación, que incluyó la creación de obras de arte, la dirección de campamentos temáticos y el trabajo voluntario, Roberts admite sentirse agotada. La logística exigente y el entorno desafiante del festival han tenido un impacto negativo en su bienestar mental, emocional y financiero.
Hace más de cinco años, otro destacado asistente a Burning Man, el escritor Daniel Pinchbeck, compartió sus propias razones para dejar de asistir al evento. Pinchbeck expresó su preocupación por la creciente presencia de «influencers de masas» y personas de la industria tecnológica en el festival.
Burning Man ha logrado muchas cosas notables al fomentar la libertad individual y la expresión creativa. Sin embargo, también ha caído presa de su propio éxito, convirtiéndose en un gigantesco complejo de entretenimiento que algunos comparan con Disneylandia, dirigido principalmente a una élite adinerada.
Aunque siempre ha tenido ciertos elementos de esta dinámica, en los últimos años, esta tendencia se ha vuelto más pronunciada. La posibilidad de experimentar una auténtica liberación o transformación se ha vuelto más incierta.
En resumen, Burning Man ha experimentado una evolución significativa a lo largo de los años, alejándose en cierta medida de su raíz contracultural original. Ha atraído a una audiencia más diversa en términos económicos y ha generado preocupaciones sobre su accesibilidad y autenticidad.
Como resultado, algunas personas que han estado profundamente involucradas en el festival durante décadas están tomando la decisión de alejarse en busca de experiencias que reflejen mejor sus valores y aspiraciones personales.
El festival Burning Man ha perdido toda su esencia. Por Leonardo Lee