La islandesa ‘Lamb’, debut del director Valdimar Jóhannsson, ha recibido el premio a mejor película en el festival de Sitges
Esta fábula sobre la pérdida y el respeto a la naturaleza ha obtenido también el premio a mejor interpretación femenina (Noomi Rapace) y el Citizen Kane al director revelación
La islandesa ‘Lamb’, debut del director Valdimar Jóhannsson, ha recibido el premio a mejor película en el festival de Sitges. El jurado formado por Ali Abassi (director de ‘Border’), Alaska, Luna (directora de ‘Yo, puta’), Joaquín Reyes y Antonio Trashorras (director de ‘El callejón’) ha querido también premiar a su protagonista femenina, Noomi Rapace, ex aequo con la Susanne Jensen de ‘Luzifer’. Jóhannsson ha recibido, además, el Citizen Kane al director revelación que otorga el jurado de la crítica.
Con la propia Rapace y el célebre cineasta Béla Tarr entre sus productores, ‘Lamb’ es una inquietante fábula sobre la pérdida y los peligros de desafiar a la naturaleza. Revelar su argumento en exceso debería estar penado: lo dejaremos en que un matrimonio de granjeros, María (Rapace) e Ingvar (Hilmir Snær Guðnason), reencuentra (algo parecido a) la armonía familiar tras descubrir a una misteriosa recién nacida. «Mientras la veíamos, nos sorprendimos mucho dos o tres veces», señaló Trashorras sobre una obra que extiende su capacidad de sorpresa a los juegos con el tono: hay humor minimalista, tristeza profunda y golpes de aguerrido fantástico.
En Lamb, de Valdimar Jóhannsson, los paisajes cuentan historias. Y también elaboran una concepción inmediata sobre la forma en que la película concibe los espacios. Poco a poco, esa conexión entre lo que se mira y cómo se analiza se convierte en el centro de la trama. Porque, en realidad, esta visión sobre el horror por completo original, poderosa y, por momentos, indescriptible se basa en la interpretación de la realidad.
Una que además se sostiene sobre la óptica de lo que consideramos verosímil, realista, comprensible. El director elabora una condición acerca de lo improbable y lo transforma en sobrenatural. Todo para crear después algo más inquietante. A mitad entre lo que no puede mostrar y lo que se adivina entre sombras, el film puede llegar a ser confuso. Pero, en verdad, Lamb es una obra cinematográfica con un perfecto equilibrio.
En especial, Valdimar Jóhannsson juega con el recurso de una profunda infelicidad para hacer comprensible lo que contará a continuación. No solamente se trata de lo que narra el guion?, ya de por sí inverosímil y abrumador, ?sino la forma en que lo hace. Maria (Noomi Rapace) e Ingvar (Hilmir Snær Guðnason) son una pareja rota, llena de heridas invisibles y, en especial, de un sufrimiento descarnado.
O eso es lo que parece insinuar su rutina diaria. La cámara se convierte en un obsesivo observador de los pequeños detalles del paisaje desolado. Ella y él están destrozados por algún motivo ulterior. ¿O solo se trata de la metáfora sobre la agreste belleza que los rodea? Un juego de percepción semejante en el cine actual es todo un riesgo, y Jóhannsson lo toma sin dudarlo.
Sobre todo, porque sus actores crean una tensión irrespirable que anuncia algo al fondo de su vida. ¿Qué es lo que María y Ingvar ocultan? ¿Se trata solo de una percepción huidiza? Incluso la música navideña desentonada y la sensación del acecho construyen una atmósfera irrespirable. Valdimar Jóhannsson desea que el espectador pueda comprender que hay algo entre las sombras.
Los horrores diminutos de lo incomprensible
Hay una escisión en la realidad y la normalidad a través de la cual sus personajes se miran. Todavía tardará un poco en mostrar de qué se trata pero, a medida que los primeros minutos de la película avanzan, el argumento es pura confrontación. ¿Qué esperamos mientras recorremos los campos solitarios, el cielo inabarcable?
De la misma manera que Andrei Tarkovski, Valdimar Jóhannsson está convencido del cuidado al momento de narrar el punto central de su obra. Y es esa convicción lo que permite que la película llegue de inmediato a un punto sofocante e irrespirable. Es entonces cuando Jóhannsson construye las condiciones para mostrar lo que ¿esconde? el guion. O, mejor dicho, para confrontar al espectador con una mirada a la realidad tan brusca como valiente, audaz y brillante.
Por supuesto, contar la forma en que Lamb muestra su centro motor es restar interés a lo realmente poderoso de una obra basada en la sorpresa. Pero Lamb no depende?—no por completo—?de mostrar sus secretos. La criatura que Maria e Ingvar cuidan y aman es inexplicable. Es un desafío a la imaginación, una cruenta percepción sobre la naturaleza y el amor paternal. Y Jóhannsson la muestra desde una óptica que invade, envuelve y sostiene la película dentro de su propio centro de gravedad.
Ada, una especie de híbrido mitológico, es de por sí una mirada a lo sobrenatural. Pero, en lugar de crear una atmósfera que abrume al espectador con el fenómeno de su existencia, Valdimar Jóhannsson recorre el camino más tortuoso. Ahora la cámara se hace subjetiva y la normalidad en el hogar de los protagonistas en sí misma, una subversión. Tal pareciera que el director desea provocar con el hecho de la cuestión sobre lo que es corriente, admisible y real.
‘Lamb’: el miedo, el dolor y las ausencias
Pero, a la vez, lo terrorífico?—porque esta es una película de horror y Jóhannsson no lo olvida—?está al límite de lo que se contempla. Lamb es una obra de arte de precisión argumental y con un diálogo portentoso sobre el bien y el mal. Más allá de eso, también es un recorrido entre lo que consideramos parte de lo que podemos aceptar. Jóhannsson reduce los diálogos al mínimo y juega con los detalles de las rutinas de Maria e Ingvar.
Ada,?creada con tecnología digital pero también efectos físicos, existe en la medida en que sus ¿padres? le contemplan. Le aman, le cuidan. Con más hilos de unión entre psicodramas acerca de la aceptación de la realidad que con el horror folk, Lamb es un desafío. A la imaginación, a la capacidad del film para narrar una historia que no parte de un punto en concreto y sí de varios. Como obsequio de “lo desconocido” que Ada es, hay un pacto entre la maravilla y el miedo. Es extraordinaria pero también temible. Es una mirada al miedo y también al amor. ¿O puede solo no existir? La película es lo suficientemente tramposa para dejar en medio de un páramo de dudas al espectador. Y esa es una de sus mayores fortalezas.
Otro título doblemente recompensado por el jurado ha sido ‘Nitram’, la película en torno a la masacre de Port Arthur (Tasmania) de 1996: Justin Kurzel (‘Macbeth’ de 2015) se ha llevado el premio a mejor dirección, y Caleb Landry Jones, el de mejor interpretación masculina, ex aequo con el Franz Rogowski de ‘Luzifer’.
Otras películas reconocidas por el Jurat Oficial Fantàstic han sido ‘Silent night’ (mejor guion), ‘Limbo’ (mejor fotografía), ‘Mona Lisa and the Blood Moon’ (mejor música; también mejor película según el jurado Carnet Jove) y ‘Mad god’ (mejores efectos especiales). Además, ha querido hacer dos menciones especiales (en realidad tres): las óperas primas ‘The blazing world’, de Carlson Young, y ‘The execution’, de Lado Kvataniya, por un lado, y la confirmación del director Eskil Vogt, ‘The innocents’, por otro. El premio especial del jurado ha recaído en ‘After blue’, ciencia ficción poética de Bertrand Mandico, también premio de la crítica José Luis Guarner al mejor largo a concurso (ex aequo con ‘Mad god’).
‘Lamb’, mejor película en el festival de Sitges. Texto Aglaia Berlutti