El libro recoge los textos que formaron parte de El Gran Teatro Egipcio de las Maravillas de la Luna y la Serpiente, una serie de performances de vocación mística que Moore y amigos ejecutaron en Inglaterra entre 1994 y 2001, y que no son sino rituales sagrados, ceremonias mágicas a través de la palabra.
Que La Felguera tiene algo de sociedad secreta underground y que entre sus cómplices se contaba Alan Moore (Northampton, 1953), el genio de la novela gráfica, el escritor que se declaró mago en 1993, es algo conocido por todos desde que en 2014 publicaran Ángeles fósiles. Pero con esta cuidada edición de El Libro de la Serpiente: los libros iluminados de Alan Moore, la primera en castellano, traducida con maestría por Javier Calvo e ilustrada por Mario Rivière, Moore parece convertirse en algo más que un compinche de la editorial madrileña. Tal vez en un chamán, en un sumo sacerdote. Y precisamente el libro recoge los textos que formaron parte de El Gran Teatro Egipcio de las Maravillas de la Luna y la Serpiente, una serie de performances de vocación mística que Moore y amigos ejecutaron en Inglaterra entre 1994 y 2001, y que no son sino rituales sagrados, ceremonias mágicas a través de la palabra.
Esta «extraña compilación» incluye El Gran Teatro Egipcio de las Maravillas de la Luna y la Serpiente, una especie de recorrido místico por un gabinete terrible y maravilloso a través del tiempo y del espacio, del arte y de la mística, con algo de espectáculo circense que resulta perturbador; El amnios natal, lúcida introspección de la muerte al vientre de la madre, de la muerte de la madre a la niñez; El ritual de Highbury: una sesión de espiritismo beatnik, que es, según el autor, «una serie de imágenes de gran fuerza, como el esqueleto de un caballo galopando bajo tierra»; y Serpientes y escaleras y Pasaje del ángel, ambas adaptadas hace tiempo al cómic por Eddie Campbell, dibujante también de From Hell.
La serpiente a la que hace referencia el título es Glycon, deidad viperina de rostro humano relacionada con la fertilidad y la sanación cuyo culto, de origen macedonio y muy marginal, puede rastrearse hasta las costas de Anatolia. Moore escoge adorar a un dios desconocido, o a la idea de un dios (que, nos advierte, no por ser idea deja de ser peligrosamente real) representado por una marioneta y considerado desde su misma creación y a lo largo de los siglos una farsa. Una ficción. La relación entre religión, magia y escritura en Moore ha sido siempre muy estrecha: antes de declararse mago, el ocultismo estaba en el corazón de su obra tanto como la palabra y la imagen ficticias, que son la magia misma como la escritura es en sí misma un Dios (y uno muy real y exigente).
El Libro de la Serpiente es, en última instancia, y como advierten los editores, la ventana abierta a la mente de Moore, al núcleo profundo del que nacieron sus trabajos más conocidos y el manifiesto que es Ángeles fósiles y en el que la arquitectura, el espiritismo, la poesía y la ciencia se ligan y transmutan como en un taller de alquimia para hacer, a través del lenguaje, arte: magia.
La magia es, entonces, palabra. Palabra que es, como Glycon, ficticia y real a un tiempo. Palabra caótica capaz de invocar el pasado, la historia secreta de la tierra y de las ciudades, de desvelar los engaños, de provocar el viaje interior y la manifestación de las fuerzas ocultas, de las profundidades abisales sobre las que construimos la vida cotidiana. Además, la palabra es, a su vez, música y acontecimiento, y gracias al trabajo del traductor y de los intendentes de La Felguera esta performatividad se mantiene intacta en el diseño y la maquetación de textos e ilustraciones.
El Libro de la Serpiente es, en definitiva, una bomba hipnótica, el testimonio lovecraftiano de quien ha rasgado el velo y ha visto más allá, enloqueciendo tal vez en el camino, amenazando con transformarnos y volvernos locos a nosotros, pero por eso lúcidos, conscientes, más sabios al menos mientras dura el hechizo. Hablando claro, aquí está, como dice Javier Calvo en el prólogo, «el mejor Moore». Y Alan Moore es, antes que guionista, antes que mago, un hombre brillante y erudito, insobornable, capaz de una gran belleza.
SOBRE ALAN MOORE
Alan Moore (Northampton, 1953) Se inicia en los caminos de la historieta con su propia publicación, Embryo, un fanzine que autoeditaba con amigos. En 1974, conoce a Phyllis, a la cual desposa ese mismo año. De tal matrimonio tendrá a sus dos hijas. En 1979 comienza a publicar su trabajo en la revista musical Sounds, bajo el seudónimo de Curt Vile. Pero Moore no está satisfecho con su desempeño como dibujante y decide concentrarse a su tarea como guionista. A comienzos de 1980, crea Ro-Jaws Robo Tales y Abelard Snazz, y contribuye con la serie de Marvel Comics Uk Dr. Who Weekly, así como con el título de ciencia ficción 2000 A.D., creando series como The Ballad of Hallo Jones, y Dr. & Quinch. En 1982, escribe sus guiones para la revista de miscelánea Warrior, y da inicio a sus series Marvelman y V for Vendetta, obra esta última por la que recibe el premio Eagle en calidad de Mejor Guionista.
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