Las esculturas de Aurora Cañero tratan de simbolismo, no solo por el contenido de las piezas, una tendencia narrativa singularmente sutil.
Las esculturas oníricas de Aurora Cañero. Ensoñación y curiosidad son estados subjetivos que determinan las posiciones de las esculturas. La preocupación por la estatuaria y el deseo de, por medio de ella, representar al hombre son vertebradores del trabajo de Cañero.
La artista ha sido capaz de modular sus planteamientos sin dejarse llevar por tendencias contextuales que o bien caen en un academicismo ramplón o se entregan, irreflexivamente a una búsqueda experimental que parece legitimada tan sólo por ser característica de una contemporaneidad dogmática.
Javier Rubio Nomblot ha señalado que las esculturas encierran la tensión
«Entre lo que acaba de acontecer -un pasado apenas sugerido- y lo que va a suceder a continuación -hallazgo, movimiento y metamorfosis. Cada obra suya narra un acontecimiento decisivo, ese instante en el que el hombre que habita en el centro del universo llega a su momento de verdad«.
Una tendencia narrativa singularmente sutil que hace que las piezas de Aurora Cañero definan un pequeño mundo en el que suceden cosas que están en el límite de lo fantástico o, por lo menos, desacostumbrado.
Ensoñación y curiosidad son estados subjetivos que determinan las posiciones de las esculturas de Aurora Cañero.
En su estética es especialmente significativo el uso del pedestal como parte retórica de la obra: escalera, círculos, trampolines, barcas apoyadas sobre remos, formas rectangulares sobre las que las figuras se mantienen en pie.
La tarea de esta escultora es encarnar. En sus rigurosas obras, el misterio, dar un cauce expresivo a las emociones, con una mezcla de extrañeza y fino sentido del humor.
La identidad permanece como un enigma, incluso cuando no tenemos otra protección que la piel. El relato subjetivo continúa manifestando su hondura: la mirada curiosa conoce los abismos de la pasión y, por ello, necesita evitar la caída sujetándose a esas ramificaciones que llamamos relatos, que no solo están construidos con palabras sino con huellas, objetos o figuras fascinantes.
Fragmentos del texto “Relatos corporales. Unas consideraciones sobre la escultura de Aurora Cañero”, de Fernando Castro Flórez