En 1929, en el libro A Room of One’s Own, Virginia Woolf escribió algunos de los pasajes fundamentales de un temprano feminismo, siendo ella misma uno de los grandes referentes del feminismo. El mismo título de la novela ha pasado a ser un guiño a la liberación femenina: tener una habitación propia, un espacio independiente para la autoexpresión. Woolf se dirigió a la mujer escritora del futuro, pues pensaba que el mundo necesitaba de mujeres escritoras, «al pedirte que escribas más libros te estoy instando a que hagas lo que será bueno para ti y para el mundo en general«. Tenía razón: la conciencia colectiva necesitaba de más imágenes femeninas, de más referentes y miradas que asimilaran el ángulo femenino de la existencia. El pasaje clave merece citarse extensamente:
“Te pediría que escribas libros de todo tipo, sin arredrarte ante ningún tema no importa cuán trivial o cuán vasto parezca. Espero que cuentes con dinero suficiente para viajar y disfrutar de tiempo libre, para contemplar el futuro o el pasado del mundo, para quedarte soñado por un libro y divagar por las calles, y dejar que la corriente de tu pensamiento se sumerja en la profundidad del río”. “Pues de ninguna manera te limito a la ficción. Si quisieras complacerme -y hay miles como yo- escribirás libros de viajes y aventura, e investigación y academia, y de historia y biografía, y de crítica y filosofía y ciencia. Al hacerlo seguramente beneficiarás el arte de la ficción. Pues los libros tienen una forma de afectarse entre sí”
Sin duda este mensaje, que ha sido recogido y difundido por innumerables medios, ha sido parte seminal del discurso y la inspiración feminista, de la llamada liberación femenina. Particularmente la idea -que no era fácil de aceptarse en su época- de mujeres que ganan dinero por su actividad intelectual y lo gastan en su propio recreo, viajando y disfrutando de la gran vida. Mujeres que siguen sus ideas hasta donde las lleven, y que son capaces de soñar y perderse en sus sueños y pensamientos. Es, por supuesto, también el mensaje de un modernidad que defiende los valores del individuo y tiene como su religión la autoexpresión. Hacer de la vida una obra de arte, ése era el mensaje, un mensaje que luego las marcas cooptaron y empezaron a vendernos las herramientas y productos para fabricar esa obra de arte que debía ser nuestra vida.
Por Berto García
Sumamente interesante, y más cuando vemos una perspectiva de hace muchos años!