La fotógrafa rusa Nastya Kaletkina (1990) retrata la melancolía subestimada por la mayoría de la gente. Sentimientos ocultos en los escondrijos y rincones de las habitaciones que tantas historias han presenciado y se ven obligadas a guardar. Escenas donde la ruptura y el encuentro cohabitan en un gesto capturado por la lente de una mirada al acecho. Explosivos retazos de un ayer que no se repetirá mientras pisemos la tierra. Kaletkina descubrió su amor por la fotografía de forma accidental. Un día enfocó su cámara analógica y lo que retrató la cautivó inmediatamente. Desde entonces se dedica a perseguir instantes, salidos de relatos interdimensionales. Su habilidad técnica apuesta por hombres y mujeres sumidos en una reflexión que los confronta con el mismo infierno que los arrasa. Sin lugar para las treguas o la conmiseración de quien los mira. Los retratos oscilan entre una gama de tonos cálidos y tibios. La luz no detalla los cuerpos de forma directa; los acentúa, los esculpe bajo la caricia de un silencio cómplice. Las expresiones no dan lugar al titubeo o a la escapatoria. El semblante es una acuarela variable que pasa de la sonrisa a la seriedad en una sola línea; las despedidas y los encuentros están hechos de todo lo que alguna vez quiso expresarse, pero no se escuchó. Texto por Geovanni Meza
ENG: Nastya Kaletkina’s photographs are expressive pictures of the inner self, an attempt to reveal the soul of those around her; friends, family and loved ones. Still young she’s 27 this year and currently studying at the Rodchenko School of Art in Moscow Kaletkina is in the process of learning, finding ways to clarify her ideas, still experimenting, finding her space. Her love of black and white film and analog photography seems to be a trend among many young photographers, its re-emergence serving to highlight the limitations of digital technology while embracing error, chance and experimentation. Long may it last. Long may we remember that the new isn’t always the best.