La Nouvelle Vague dejó un estigma en la historia del arte, el cine de autor; desde entonces los franceses han reclamado cierto protagonismo, imponiendo su sello en sus historias realistas, en la musicalización y en los detalles que esculpieron a sus personajes.
Existen escasos placeres tan valiosos y simples como mirar una película de Jean-Luc Godard; el último representante vivo de la gran ola francesa. Un hombre que se ha manifestado en sus obras fílmicas desde la forma del contenido y más allá de las palabras y la narrativa misteriosa que poseen sus cine-ensayos y guiones.
Godard ha encontrado en los actos mundanos de la vida, la modestia de contarnos historias sobre cualquier tema, con especial naturalidad, desembocando siempre en un “despertar” del espectador. Ese lenguaje interpersonal que provoca a través de las imágenes, de la composición rítmica, el cauce de la palabra y la propia experiencia, lo que generan un resultado complementario, adquiriendo cierta virtud, la de una auténtica complicidad que nos vuelve la extensión más vital de la película o del director. Es tan encantador como difícil. Este regreso suyo llegó casi fortuitamente a través de Internet, por una publicación del usuario David Heslin en su canal de YouTube, revelándole al mundo lo que se consideraba un vestigio. Un cortometraje titulado Une Femme Coquette, de menos de diez minutos, que se filmó en la ciudad de Ginebra en 1955, y el segundo en la temprana vida del director.
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Une Femme Coquette, está basada en un cuento del escritor Guy de Maupassant. Los elementos y el presupuesto del film, son escasos; los intérpretes son María Lysandre, una actriz random y un amigo cercano de Godrard, Roland Tolmachoff.
La problemática de la historia se desarrolla cuando una mujer casada decide probar su capacidad para coquetear, o en otras palabras: “Ese momento en que una mujer sonríe y accidentalmente se convierte en una prostituta”.
No es un corto para examinarse, pues es bastante simple y cómico. Aunque mantiene un interés discursivo, ¿Qué hace tan difícil que una mujer pueda flirtear con un hombre y por qué es pan comido para un hombre lanzarse a la primera oportunidad con una mujer? De nuevo Godard nos muestra su peculiar sentido del humor sobre la desigualdad primeramente social y moral entre sexos, y nos permite reconocer entre risa y risa, que estos límites se determinan individualmente, comprometiendo la totalidad de uno mismo en relación con el otro.
La importancia de la aparición de este film en estos tiempos modernos, además de completar su obra y colecciones de cinéfilos y aficionados, es la posibilidad de redescubrir al Godard amateur, que se desenvolvió en su propio estilo, que fue parteaguas en la forma de pensar y hacer cine, y que vive aún, lleno de significado.