Todas las tardes, en el madrileño parque del Retiro, hay un joven de 19 años que pasea con su patinete entre la multitud de gente pasando desapercibido. Nadie sabe que este chico, de media melena repeinada para atrás y gafas de pasta, es uno de los mejores programadores de Europa. Le encanta hacer skate por las calles de la capital. Pero le gusta aún más crear empresas. Ya lleva cuatro relacionadas con el software.
Se llama Luis Iván Cuende, es de Oviedo y vive solo desde hace un año en un piso alquilado junto al parque. Luis es un ejemplo claro de un joven que decide emprender. Una moda empujada por la crisis que en nuestro país cada vez más se está convirtiendo en una cultura. Nos invita a subir a su casa, su santuario intelectual y centro de operaciones, donde aplica ese genio al estilo Beethoven: «Dos por ciento de talento y un noventa y ocho de perseverante aplicación». Tiene su lugar de trabajo a escasos metros de su cama. Y eso le entusiasma. Es capaz de contestar a las preguntas del periodista mientras trabaja con tres ordenadores a la vez en el nuevo proyecto que acaba de sacar. Junto a sus socios, Tommaso Prennushi, Daniele Levi y Néstor Palao, han lanzado Stampery, un nuevo servicio online para, como dice su lema, «mandar de vacaciones a los notarios».
«Quiero acabar con el antiguo modelo de copyright. Acabar con los notarios y las oficinas de registro. Estoy diseñando una herramienta con la tecnología bitcoin (moneda digital) para que cualquier persona pueda subir un archivo de música, una obra creativa y verificar automáticamente que es el autor de la propiedad intelectual sin necesidad de recurrir a una tercera persona que lo confirme. Quiero poner fin al monopolio innecesario de estos funcionarios de lujo creando un registro legal y barato de documentos online. Un notario te puede cobrar 200 euros y nosotros lo haremos solo por 20 céntimos», cuenta Luis, que tiene claro que en España va a ser complicado implantar este modelo.
«Un notario me dijo una vez que el poder de su gremio se lo da el Estado. Va a ser difícil porque aquí tenemos una actitud más conservadora que en los países anglosajones. Creo que pasará como con Uber y los taxistas. Haremos mucho ruido pero mucha gente nos odiará», afirma el joven, que acaba de ganar el premio Madrid Music Days a la mejor aplicación tecnológica para el beneficio de los artistas. La tarde va pasando y los dos móviles que tiene Luis no paran de sonar. Le llaman de EE UU, el prestigioso Wall Street Journal quiere hacerle una entrevista. Pese a vivir solo y ganar dinero, Luis asegura llevar una vida normal como cualquier chico de su edad. «Tengo 19 años y monto empresas. Pero también hago fiestas en casa y salgo con mis amigos», dice este prodigio de la informática, que con solo 12 años creó Asturix, un sistema operativo. A los 15 fue nombrado mejor hacker europeo menor de edad. En la pared de su piso en Madrid tiene colgado el cheque del premio dotado de 5.000 euros a su nombre.
Un año más tarde le llamaron para ser asesor de la entonces vicepresidenta de la Comisión Europea, Neelie Kroes. «A los políticos no se le da bien legislar sobre tecnología. Iba varias veces al mes a Bruselas para criticar el sistema y dar soluciones en aspectos tecnológicos», afirma.
El joven también publicó en septiembre del año pasado su primer libro: Tengo 18 años y ni estudio ni trabajo ¡Monto empresas y vivo haciendo lo que me gusta! «Es una especie de parodia del típico nini. Hoy en día el mundo ha cambiado tanto que sin llegar a trabajar en una gran empresa puedes alcanzar el éxito. Yo acabé bachillerato y dejé de estudiar. El colegio me aburría. Todo lo he aprendido buscando en internet. El sistema educativo te marca un camino muy lineal. Estudiar, seguir estudiando, trabajar, tener hijos… y no tiene por qué ser siempre así». A Luis ya le llaman el «Bill Gates español». Aunque él prefiere ser un nini reconvertido a empresario. Un chaval que se fía más de un algoritmo matemático que de un banco. Triunfe o no su idea de sustituir a los notarios, su mirada adelantada continuará encajando piezas para lograr que sus ideas sirvan como un innovador ente funcional. Texto: Lucas de la Cal