Ponemos toda la atención en lo banal, lo superficial y nunca vamos a lo esencial, que es la paz interior. Esta sociedad conspira contra el individuo y por eso la libertad hay que ganarla dentro de uno mismo.
Ramiro Calle: uno mismo es su propio castigo. Es pionero de la enseñanza del yoga en España, disciplina que imparte desde hace más de 30 años en el centro de yoga Y Orientalismo «Shadak». Es el más importante escritor orientalista de este país y uno de los más importantes de toda Europa. Autor de numerosas obras, ha estudiado en profundidad los efectos terapéuticos de las psicologías orientales y de los aportes de la meditación al psicoanálisis, la psicoterapia y la neurociencia.
Hay científicos que aseguran que la mente humana está discapacitada. Si cuesta lo mismo sembrar concordia que discordia con la palabra, ¿por qué se siembra tanta discordia con la palabra? ¿Por qué juzgamos, descalificamos, ofendemos, calumniamos y difamamos?
Si cuesta lo mismo ser amoroso que despiadado, ¿por qué somos despiadados? Tenemos que cambiar lo que se llaman los engramas cerebrales. Son como bucles donde nos hemos metido un surco repetitivo de conciencia del que no podemos salir. Estamos siempre en la negatividad. Pero si, aparentemente, cuesta lo mismo cultivar hábitos positivos que negativos, ¿por qué esa tendencia a lo negativo? Es por autodefensa, por miedo. Algo similar pasa si tú desarrollas mucha concentración y control mental, ya que esta habilidad la puedes usar de manera negativa. Es como la electricidad: nos da luz, nos da calor, pero también nos puede electrocutar.
No se puede llegar a la luz sin pasar por la propia sombra, sin atravesar el lado oscuro de sí mismo, para poder conocerlo, reconocerlo y transformarlo. Transformar no es eliminar o aniquila, sino cambiar, entendiendo como dice el antiguo adagio que “el mismo suelo que nos hace caer es en el que tiene uno que apoyarse para incorporarse”. Podemos ocultar a los además nuestras sombra y ser unos hábiles cínicos e hipócritas al respecto, pero eso alarga la sombra y abre aún más nuestros agujeros psíquicos. Como decía el místico sufí a sus discípulos, “porque soy débil, comprendo vuestra debilidad”. Quizá podamos engañar a muchas personas, pero no a nosotros mismos. Y nos hacemos un flaco favor cuando engañamos a los demás y estamos en el intento de engañarnos a nosotros mismos, entrando en ese prepotente juego del ego de velar obsesivamente por nuestra reputación y presentar como santidad nuestra propia vileza. Lo que nos permite evolucionar conscientemente no es fingir y ocultar nuestro lado oscuro, sino desenmascararnos e iluminar nuestra propia sombra, no aparentando o simulando, sino realmente mutando nuestra psique.
De ahí que es provechoso poner bajo sospecha a esos falsos profetas, gurús y salvadores de almas que se hacen pasar por iluminados y detentores de la más alta sabiduría. Beso los pies de ese maestro honesto que cuando iba a morir y sus discípulos le pidieron que resumiese su vida, musitó: «Error, tras error, tras error». Y estoy seguro de que en ese momento de intrépida sinceridad, él fue más allá de su sombra.
Ramiro ya ha reflexionado casi todo lo reflexionable, aunque él jamás dirá eso de sí mismo. Él sigue investigando, buscando realidades y plasmándolas en el papel. «Ese es el leit motiv de mi vida: la difusión».
Se considera a sí mismo un «sabueso» en busca de la paz mental, aunque siempre ha defendido que un yogui no es un salva almas. «Muchas veces cuando voy a dar una conferencia digo: disculpadme que me defina un poco. Soy descreído, soy incrédulo y soy un ácrata sin acrimonia». Su pensamiento es como el de «un buen gourmet» que coge de todas las cocinas. «Yo voy cogiendo del sufismo, del yoga, del budismo, del tantra, del taoísmo, del zen, de la mística cristiana… voy cogiendo lo que creo más necesario para las personas en este mundo convulso, totalmente despiadado y caótico en el que vivimos.
Lamentablemente, esta sociedad no se preocupa para nada del bienestar espiritual, ni psíquico, ni mental del individuo.
Con la serenidad de una calma tropical, el yogui suelta latigazos verbales contra nuestra sociedad. Pero lo hace siempre en plural. Ramiro Calle se considera parte del problema. Nos ve y se ve a sí mismo ofuscados, ególatras, superficiales y con mala salud mental. Hay herramientas para poder desconectar de esta corriente de existencia impuesta y una de ellas es de meditar e invita a meditar.
«La meditación es el arte de parar, de desconectar para conectar con uno mismo de dejar de lado un momento este maldito impostor que es el ego, para experimentar paz interior. Cuando el pensamiento cesa, se despierta o surge la luz del ser. Nos ayuda a ser más humanos. Esta sociedad neurótica hace individuos neuróticos. Emerson decía que la sociedad confabula contra el individuo. Tenemos que hacer un gran esfuerzo para ser mentalmente independientes y recuperar nuestra libertad interior».
Él la vivió de cerca la muerte, vio la luz al final del túnel y contra todo pronóstico volvió para contarlo. Fue en el año 2010, cuando volvió de un viaje de Sri Lanka con listeria, una bacteria que mata a unas 250 personas al año. Cuando descubrieron lo que tenía, le daban horas de vida. Finalmente, estuvo tres semanas en coma.
«Yo mismo, dentro del coma, yo sabía que me estaba muriendo», recuerda. Estando inconsciente, escribía de su puño y letra: «Desconectadme, matadme, esto es un infierno». A día de hoy, conserva todavía esos escritos, que le sirven de brújula. Son “un despertador» para cuando se cree más que alguien. «Cuando me dejo llevar por lo banal, lo superficial y el ego, saco esos escritos míos y los leo».
Ramiro Calle: uno mismo es su propio castigo

