Así transformó Strange Heaven, el quinto experimento de Quarantine.
Quarantine: «Cuando crear hiere y sana». La edición Strange Heaven de Quarantine, celebrada en octubre de 2025 en el Lazareto de Maó, llegó envuelta en el habitual misterio que caracteriza a este programa: una semana sin teléfonos, sin contacto con el exterior y sin conocer el contenido de las actividades hasta el mismo momento de realizarlas.
Era el quinto experimento de Quarantine, una quinta edición que se realizó gracias a la complicidad del Consell Insular de Menorca, el Ayuntamiento de Es Castell y el patrocinio de la Fundación Fomento del Turismo de Menorca.

Volviendo al misterio, lo que podría parecer una simple estrategia de marketing se convirtió, según los participantes, en una especie de inmersión total donde el lugar, el tiempo y el propio cuerpo se reordenaron hasta crear un estado extremo de atención y vulnerabilidad. Desde el primer día, el entorno —el antiguo complejo sanitario, su aislamiento, su silencio casi ritual— actuó como un elemento activo de la experiencia, un escenario que empujaba a los asistentes a verse sin distracciones, sin rutinas y sin las capas protectoras del día a día.

Muchos testimonios coinciden en que llegaron sin expectativas claras, algunos incluso con la sensación de estar en un punto muerto de su trayectoria. Uno de ellos relata que contemplaba seriamente abandonar la pintura; otro reconoce que se inscribió guiado por la intuición, más como un acto de necesidad que de convicción.
La incertidumbre inicial se transformó pronto en un proceso de ruptura emocional cuidadosamente impulsado por las dinámicas del programa: ejercicios intensos, preguntas difíciles, momentos de exposición personal que, según describen, “dolían, pero dolían bien”. Varios participantes hablan de sentirse “abiertos en canal” para luego ser “reconstruidos desde dentro”, como si la propia estructura del retiro estuviera diseñada para desestabilizar primero y recomponer después.

El factor comunitario, inesperadamente, se convirtió en uno de los pilares del impacto.
Personas que no se conocían de nada terminaron compartiendo reflexiones profundas, apoyándose mutuamente en los momentos más exigentes y generando, en apenas unos días, una red de confianza difícil de reproducir fuera de un aislamiento tan radical.
La convivencia continua creó un clima de complicidad que varios describen como “un refugio dentro de la tormenta”, un lugar donde era posible derrumbarse sin miedo a quedar expuesto. Algunos de los recuerdos más citados no tienen que ver con el trabajo artístico, sino con gestos cotidianos del equipo y del entorno que, sumados, dieron a la experiencia un carácter cercano a un ritual contemporáneo.

A medida que avanzaba la semana, muchos participantes descubrieron que lo que estaban recuperando no era solo el impulso creativo, sino también una parte de sí mismos que habían relegado por cansancio, miedo o rutina. Uno afirma que la estancia le devolvió una claridad que no había sentido en años; otro describe un “encendido” interno que creía irrevocablemente perdido.
Hay quien habla incluso de efectos personales inesperados, como la reconciliación con alguien importante o la recuperación de una estabilidad emocional que llevaba tiempo fracturada. La paradoja es que nada de eso estaba explicitado en el programa, surgió de la combinación entre aislamiento, acompañamiento y el permiso —o la obligación— de mirarse sin filtros.

El regreso al mundo exterior, según explican varios, fue casi tan revelador como la propia estancia.
Muchos daban por hecho que volverían a sus rutinas sin mayor dificultad, pero se encontraron con que ya no encajaban en ellas del mismo modo. La experiencia había fijado un antes y un después: nuevas preguntas, nuevos hábitos, nuevas certezas. Algunos confiesan sentir envidia de quienes aún no han vivido un evento de Quarantine como ha sido Strange Heaven este pasado octubre, otros ya contemplan repetirlo. Todos coinciden en que es difícil describir la esencia del proceso sin reducirlo, como si las palabras fueran insuficientes para capturar aquello que sucede cuando un grupo de personas se entrega durante una semana a una metamorfosis silenciosa, intensa y compartida.
Quizá por eso, al hablar de Strange Heaven, tantos participantes recurren a metáforas: un cielo extraño, un purgatorio creativo, un incendio necesario. Un espacio temporal donde los artistas se deshacen un poco, se miran de cerca y regresan, no intactos, pero sí más honestos. Un lugar que no sabían que
necesitaban hasta que lo vivieron.
Para más información: quarantinemenorca.events
Quarantine: «Cuando crear hiere y sana». Por Quarantine Events.

