Entre la ingeniería y el arte: un equilibrio fecundo
David Derflinger: “Ingeniería con alma de pincel”. Afincado en Graz, Austria, encarna una figura poco común en el panorama contemporáneo: la del creador que se mueve con igual soltura entre la precisión técnica de la ingeniería y la sensibilidad plástica de la pintura.
Tras completar su máster en ingeniería en 2021, lejos de abandonar el arte o relegarlo a un pasatiempo, decidió integrar ambas dimensiones en su vida profesional. Ese gesto de conciliación no es menor: supone reconocer que la lógica matemática y la intuición estética no son polos opuestos, sino fuerzas complementarias capaces de enriquecer mutuamente sus procesos creativos.

La ingeniería le ha proporcionado un rigor metodológico, una disciplina en la resolución de problemas y una mirada analítica que se filtra en la estructura de sus composiciones. El arte, por su parte, le ha permitido explorar lo intangible: emociones, símbolos, matices de la experiencia humana que escapan a la cuantificación. En ese cruce de caminos, Derflinger ha encontrado un lenguaje propio, capaz de dialogar con la tradición del realismo y, al mismo tiempo, abrirse a lo surreal y lo melancólico.
El reconocimiento de este equilibrio llegó en 2025, cuando fue galardonado con el primer puesto del “SMART SCHOOL!” Premio de Arte de enero, seleccionado por Marc Scheff. Este premio no solo valida su talento pictórico, sino también la audacia de haber apostado por una trayectoria híbrida, en la que la técnica y la imaginación se entrelazan como dos hilos de un mismo tejido.
Realismo melancólico y surrealismo simbólico
Las pinturas de David Derflinger se arraigan en el realismo, pero no se conforman con reproducir fielmente la apariencia de las cosas. Su realismo es un punto de partida, una base sólida sobre la cual se despliegan capas de melancolía y elementos surrealistas. En sus lienzos, la representación de lo cotidiano se ve atravesada por símbolos que invitan a la reflexión: objetos que parecen desplazados de su contexto, atmósferas que sugieren estados emocionales más que lugares concretos, figuras que se convierten en metáforas de la introspección.

La melancolía, lejos de ser un mero tono sentimental, se convierte en un recurso estético. Es la melancolía que surge de la contemplación del tiempo, de la conciencia de la fragilidad humana, de la tensión entre lo que se muestra y lo que se oculta. Derflinger no busca respuestas definitivas, sino abrir espacios de ambigüedad donde el espectador pueda proyectar sus propias preguntas.
El surrealismo aparece como un contrapunto: irrupciones de lo inesperado, giros simbólicos que desestabilizan la lectura literal de la obra.
En este sentido, sus cuadros funcionan como espejos deformantes que reflejan no solo la realidad externa, sino también la interioridad del artista y, por extensión, la del espectador. El resultado es un arte autorreflexivo, que se enmascara en matices y símbolos para invitar a una experiencia más profunda.
En palabras del propio Derflinger: “Mis obras significan mucho para mí y lo que veo en ellas suele cambiar bastante con el tiempo. Espero que algunos aspectos de mi trabajo puedan encontrar a la persona donde está ahora.” Esta declaración revela la naturaleza dinámica de su obra: no es un mensaje cerrado, sino un diálogo abierto que evoluciona con el tiempo y con la mirada de cada observador.

La búsqueda de significado en la mirada del espectador
Uno de los rasgos más distintivos de la propuesta de David Derflinger es su voluntad de ofrecer al espectador la oportunidad de encontrar su propio significado en las obras. No se trata de imponer una interpretación, sino de generar un espacio de resonancia donde cada persona pueda reconocerse, cuestionarse o descubrir algo nuevo.
Este enfoque convierte sus pinturas en experiencias personales y colectivas a la vez. Cada cuadro es un territorio simbólico que se abre a múltiples lecturas: puede ser visto como un reflejo de la melancolía contemporánea, como una exploración de la identidad, o como un ejercicio de equilibrio entre lo racional y lo poético. La riqueza de su obra radica precisamente en esa apertura, en la capacidad de sostener diferentes significados sin agotarse en ninguno.

La autorreflexión que impregna sus lienzos se extiende también a su proceso creativo. Derflinger reconoce que lo que ve en sus obras cambia con el tiempo, lo que sugiere una relación viva con su propio trabajo. Esta mutabilidad es coherente con la idea de que el arte no es un objeto estático, sino un organismo en constante transformación, capaz de dialogar con las circunstancias cambiantes de la vida.
En última instancia, la obra de David Derflinger nos recuerda que el arte puede ser un puente entre mundos aparentemente dispares: la ingeniería y la pintura, el realismo y el surrealismo, la melancolía y la esperanza. Su trayectoria demuestra que la creatividad no necesita elegir entre lo técnico y lo poético, sino que puede nutrirse de ambos para ofrecer una visión más completa de la experiencia humana.
Para más información: dave-less.com

