Emerge en la escena urbana como un creador que trasciende el graffiti tradicional. Su obra no solo decora los muros, los convierte en escenarios de contemplación.
Jvan Rviz, dialogando con la ciudad. En cada intervención se percibe una búsqueda constante de distinción: su trazo, firme y vibrante, se mezcla con técnicas mixtas que reeditan el aerosol clásico con óleo, pastel o incluso collage, logrando texturas complejas y contrastes que captan la mirada desde lejos.
Su estilo juega con la figura humana desdibujada, siluetas que alargan proporciones, rostros fragmentados por luces y sombras, rostros que parecen aludir a memorias, a memorias colectivas. Los colores, por lo general cálidos rojos quemados, naranjas intensos, ocres conviven con tonos fríos, verdes y azules profundos, generando tensión visual que sugiere emoción contenida.


El concepto de Jvan Rviz está centrado en el espacio urbano como memoria viva. No pinta solo para embellecer, sino para dialogar con la ciudad: recupera fachadas degradadas, muros abandonados, bordes olvidados del barrio, y los convierte en puentes entre pasado y futuro, entre quienes habitan esos espacios y quienes los recorran. Sus piezas llevan simbologías fragmentos geométricos, símbolos orgánicos, grafías propias que actúan como inscripciones poéticas: mensajes encriptados que invitan a reflexionar sobre identidad, territorio, tiempo.


Además, Jvan Rviz apuesta por la participación: algunas obras incluyen la colaboración de vecinos, intervenciones comunitarias, talleres escolares. Esa dimensión social le da otra capa de significado: no se trata solo de pintar, sino de construir comunidad. Su distinción radica también en ese equilibrio entre lo íntimo y lo público, lo visualmente impactante y lo emocionalmente resonante. En definitiva, su arte callejero no solo transforma muros, transforma miradas.
Para más información: jvanrviz.com
Jvan Rviz, dialogando con la ciudad. Por Mónica Cascanueces.

