Su obra es un carnaval de símbolos, colores y emociones donde las diosas bailan al ritmo del deseo y la contradicción.
El arte encantado de Nina Murashkina, la hechicera del lienzo. Si Frida Kahlo hubiera nacido en Ucrania y hubiera pasado una temporada en un universo diseñado por dioses del manga y de la mitología griega, probablemente se llamaría Nina Murashkina. Pero Frida no tuvo esa suerte, así que aquí estamos, disfrutando de la imaginación exuberante y deliciosamente provocadora de una artista que convierte el arte en un conjuro visual.
Murashkina es una artista ucraniana multidisciplinar afincada en España, aunque decir que “vive” en un sitio concreto es quedarse corto. Su espíritu creativo parece moverse entre mundos: un pie en la tradición del arte ingenuo ucraniano, otro en la sensualidad colorista de la iconografía india y japonesa, y el resto del cuerpo flotando entre las mitologías antiguas.

Los deliciosos límites del subconsciente
Ella misma describe su trabajo como “los deliciosos detalles del subconsciente y los límites extremos permitidos en las relaciones sociales”. Y vaya si sabe empujar esos límites. Cada lienzo y cada performance parece susurrar: “Sí, soy hermosa, pero también peligrosa. ¿Te atreves a mirarme?”.
Las heroínas divinas de Murashkina —esas mujeres de mirada hipnótica y sonrisa que podría fundir acero— encarnan una dualidad irresistible: lujuriosas e inocentes, provocativas y tiernas, honestas y misteriosas. Son diosas pop y magas contemporáneas, feministas con alas y garras, capaces de montar animales salvajes o poner el mundo patas arriba con una carcajada.

Forjar un mito propio: entre Eros y Tánatos
Para Murashkina, “la esencia de la creatividad radica en contar historias, en crear narrativas donde todos los personajes estén interconectados y vivan sus vidas dentro del marco de la historia. Forjo mi propio mito, un mundo repleto de Eros y Tánatos.”
Eros y Tánatos —el deseo y la muerte, el amor y la destrucción— se entrelazan como amantes eternos en sus obras. Cada trazo es un gesto de humor, un guiño al caos divino. Su arte no se toma demasiado en serio, y ahí está su poder: reírse del abismo sin perder la elegancia.

El feminismo mágico según Nina Murashkina
Su feminismo mágico no es una consigna ni una moda, sino una forma de mirar el mundo. Es la magia que aparece cuando una mujer se pinta a sí misma como diosa y creadora, cuando reclama el derecho a ser sujeto, deseo y destino.
Murashkina interpreta la realidad con su propia lente: una lente teñida de deseo, ironía y símbolos universales. En sus cuadros, las mujeres no son musas, sino fuerzas naturales, deidades triunfantes que montan el universo entero si hace falta. El resultado es un erotismo consciente, poderoso, que juega con los arquetipos femeninos solo para desarmarlos con una sonrisa.

Entre diosas, neones y carcajadas
En el fondo, Nina Murashkina no pinta mujeres: pinta universos habitados por la mujer como principio cósmico. Cada trazo suyo es una invocación, un conjuro que mezcla humor, deseo y sabiduría ancestral. Su arte nos atrapa porque nos recuerda algo esencial: que lo sagrado también puede ser divertido, que la belleza puede morder, y que el caos , si se pinta con amor, puede ser la forma más pura de libertad.

Así que, querido lector, si te cruzas con una obra de Nina Murashkina, no la mires de lejos. Déjate arrastrar. Ya estás dentro del hechizo. Bienvenido al feminismo mágico más colorido y travieso del arte contemporáneo.
Para más información: ninamurashkina.com
Por Mónica Cascanueces.

