Entre lo comercial y lo visceral: el inicio de una doble vocación
Kareem Black: «Fulgor comercial y autenticidad contracultural». Emerge como una figura emblemática dentro de la fotografía contemporánea gracias a su capacidad de navegar simultáneamente dos mundos: el del encargo comercial, estilizado y perfectamente producido; y el del registro espontáneo, enérgico y muchas veces marginal de la vida urbana. Su formación en la renombrada Escuela de Artes Visuales de Nueva York le proporcionó no solo las herramientas técnicas, sino también el andamiaje conceptual necesario para construir una obra que trasciende la mera estética superficial.
Tras su graduación, su incursión en el mundo editorial y musical fue inmediata y contundente. Colaboró con publicaciones de prestigio como The Fader, GQ o Elle Girl, y fue contratado por gigantes de la industria musical como Sony Music Entertainment y Atlantic Records. Este temprano reconocimiento lo llevó a ser incluido en la prestigiosa lista de los “30 fotógrafos emergentes” elaborada por Photo District News en 2005, una distinción que funcionó como plataforma para consolidar una carrera en constante evolución.

La ciudad como escenario: nocturnidad, identidad y resistencia
Sin embargo, lo más fascinante de la obra de Black no reside únicamente en su solvencia técnica o en su prestigioso currículo, sino en su constante búsqueda de lo auténtico, de lo irrepetible. En este sentido, su proyecto personal Feels Good Let Go constituye una pieza fundamental para entender su sensibilidad artística. Lejos de las cámaras de producción y los estudios controlados, Black dirige su lente hacia las calles de Nueva York, más específicamente hacia su vida nocturna, que retrata no como un simple espectáculo de luces y cuerpos, sino como una microcosmos de identidades en ebullición.
Feels Good Let Go no es simplemente una bitácora de fiestas. Es un espacio digital que celebra lo impredecible, lo liminal, lo que escapa al molde. Su objetivo no es estetizar lo marginal, sino dotarlo de voz y presencia. En este sentido, Black se aleja de la mirada voyeurista para adoptar una postura empática: él no observa desde fuera, sino que se sumerge, forma parte de esa noche inestable, de ese latido colectivo donde la imagen se convierte en testimonio.

Kareem Black: «Fulgor comercial y autenticidad contracultural». “How to Make It in America”: ironía, aspiración y crítica velada
Una sección particularmente reveladora de este proyecto es “How to Make It in America”, que funciona tanto como una parodia sutil del discurso meritocrático estadounidense como una crónica de aquellos que, desde los márgenes, intentan construir un lugar dentro de las industrias creativas.
Black retrata a DJs, modelos underground, performers, diseñadores, artistas independientes —personajes que habitan una zona intermedia entre el anonimato y el estrellato, y cuya existencia misma subvierte los modos tradicionales del éxito.
La serie no impone una narrativa moral ni una lectura sociológica explícita. En lugar de eso, propone una mirada honesta, directa, cargada de humor, vulnerabilidad y dignidad. La cámara de Black no juzga; documenta con precisión y humanidad. En sus encuadres hay tanto admiración como complicidad, una especie de homenaje silencioso a quienes, noche tras noche, reinterpretan la ciudad con sus cuerpos, atuendos y deseos.

La estética de lo real: una firma inconfundible
Visualmente, Kareem Black ha desarrollado un estilo que se caracteriza por su energía cinética, su uso dramático del color y una composición que siempre sugiere movimiento, inestabilidad, transformación. Incluso cuando trabaja en campañas comerciales, su lenguaje mantiene cierta crudeza, una vitalidad que lo distancia del artificio plano. Su fotografía posee textura, sudor, eco urbano. Sus imágenes son, en el sentido más pleno, experiencias visuales.
Black encarna así un modelo de artista que no se conforma con retratar lo evidente. Su obra propone una cartografía emocional de lo urbano, donde cada rostro y cada gesto documentado se convierte en una pieza de archivo de una época, de una sensibilidad colectiva, de una forma de estar en el mundo.

Conclusión: un ojo que no duerme
Kareem Black no es solo un fotógrafo; es un testigo activo de la cultura que documenta. Su cámara se convierte en una extensión de su conciencia social, estética y política. Su trabajo —ya sea en la esfera comercial o en sus proyectos personales— interroga constantemente los límites entre representación y realidad, entre éxito y autenticidad, entre visibilidad y pertenencia.

En una era saturada de imágenes, la mirada de Black destaca por su capacidad de encontrar humanidad en lo efímero y belleza en lo imperfecto. Su fotografía no solo muestra lo que es, sino que insinúa lo que podría ser: una ciudad más abierta, más plural, más libre.
Kareem Black: «Fulgor comercial y autenticidad contracultural». Por Mónica Cascanueces.