La obra de Marie Formica, conocida artísticamente como MATA HARIE, constituye una experiencia visual que conmueve por su sinceridad sin artificios.
La fotografía de Mata Harie: La fábula íntima de la humanidad. En un mundo saturado de imágenes manipuladas, donde la estética suele imponerse sobre la verdad, las fotografías de esta artista suiza, afincada en Lausana, destacan como ejercicios de profunda autenticidad. Su lente captura la fragilidad humana, no desde el dramatismo impostado, sino desde la cotidiana poesía de los gestos inadvertidos.


Hay en su obra un lirismo documental que transcurre casi siempre en blanco y negro, como si esa ausencia de color fuese una declaración de principios: lo esencial no necesita ornamentos. MATA HARIE utiliza la luz y la sombra con un virtuosismo natural para enfatizar aquello que los ojos, acostumbrados al exceso, ya no logran percibir. Rostros pensativos, miradas distraídas, sonrisas repentinas, manos arrugadas por el tiempo… todos estos elementos se conjugan para narrar una historia que no es épica ni excepcional, sino radicalmente humana.

La fotografía de Mata Harie: La fábula íntima de la humanidad. La fascinación de la artista por las manos resulta particularmente conmovedora.
Lejos de una visión puramente estética, sus imágenes exaltan la historia que se esconde en la anatomía: venas marcadas, piel agrietada, dedos tensos o relajados, cada uno con su carga simbólica. Las manos, esas partes del cuerpo tan frecuentemente ignoradas, se convierten aquí en el centro narrativo, en el vehículo de una emocionalidad tácita. Como ella misma afirma, no fotografiaría una mano perfecta sin gesto; necesita el movimiento, la señal, el vestigio del tiempo vivido.


Formica se define como una persona extremadamente curiosa y a la vez socialmente tímida. En este sentido, la fotografía es para ella una herramienta terapéutica, un modo de acercarse al otro sin invadir, de establecer un puente entre su interioridad y la otredad que habita la ciudad. Esta dimensión introspectiva impregna su obra de una honestidad palpable: no hay intención de espectáculo, sino una búsqueda constante por reflejar la vida tal como es, sin retoques ni filtros.

Lo más notable de su práctica artística es que prescinde de equipos fotográficos sofisticados.
La mayoría de sus imágenes son tomadas con un simple Huawei Nova, lo cual contradice las nociones tradicionales de profesionalismo en la fotografía. No obstante, sus resultados demuestran que la mirada artística no depende del aparato, sino de la sensibilidad del ojo que observa. Y este ojo, el de MATA HARIE, posee una agudeza excepcional para detectar la belleza en lo ordinario.


Sus escenarios predilectos son los transportes públicos, las calles de Lausana, los espacios en los que la rutina parece borrar la individualidad. Pero ella, con paciencia y respeto, rescata instantes de luminosidad humana: un anciano sonriendo en una banca, dos personas riendo con las manos entrelazadas, un niño en pleno juego. Son escenas mínimas que, capturadas con el encuadre justo, se convierten en revelaciones.

Aunque todavía no ha realizado exposiciones formales, sueña con ver sus imágenes impresas, expuestas en cafés o galerías, liberadas del formato efímero de las redes sociales. Quiere que su obra sea accesible, no solo para los entendidos en arte, sino para cualquier persona capaz de sentir. Y lo cierto es que, quien se detiene ante sus fotografías, difícilmente queda indiferente: hay en ellas una especie de misticismo cotidiano que transforma lo banal en lo trascendente.


En una época donde la presión de ser «artista reconocido» pesa sobre tantos creadores emergentes, MATA HARIE ofrece una lección valiosa: el arte no nace de los títulos académicos ni de los elogios del mercado, sino de la autenticidad y del amor por lo que se hace. Como ella misma dice, “no hay que crear para agradar; hay que crear porque no se puede hacer otra cosa”.

Su obra es un canto visual a la normalidad invisible, una celebración de lo que somos cuando nadie nos mira. En definitiva, MATA HARIE no retrata rostros ni cuerpos, sino la memoria emocional de la humanidad, aquella que se esconde en una mirada perdida, en una mano cansada, en un gesto fugaz.
La fotografía de Mata Harie: La fábula íntima de la humanidad. Por Mónica Cascanueces.