La vulnerabilidad del sistema alimentario nos pasa factura.
Del campo a la mesa. La industria global de los alimentos, valorada en 9 billones de dólares, enfrenta una serie de desafíos que podrían comprometer la estabilidad de los precios y la seguridad alimentaria en el futuro.
El impacto del cambio climático, la volatilidad geopolítica y la urgente necesidad de una transformación integral del sistema alimentario son factores que podrían seguir afectando al tique de la compra. La cadena de suministro en la industria alimentaria es extensa y compleja, con múltiples niveles, dinámicas y actores involucrados.
Comienza con los agricultores y ganaderos responsables de la producción, seguida por la etapa de procesamiento o manufactura, donde los productos animales o vegetales se transforman en bienes consumibles, llevándose a cabo también el embalaje y el etiquetado.
Luego, los distribuidores gestionan la logística, asegurando un transporte seguro y que todo vaya conforme a las regulaciones, hasta que los alimentos llegan a los minoristas. Estos, como último eslabón, acercan los productos al consumidor, fijan los precios e informan sobre el origen y la calidad de la comida, tanto fresca como procesada, que llega a nuestros platos.
Este entramado de procesos interconectados conforma una industria alimentaria valorada en 9 billones de dólares, con un crecimiento anual proyectado del 6,7% para 2024, según el Fondo Económico Mundial.
Sin embargo, el reparto de las ganancias en este mercado global de alimentos es bastante desigual, según el think tank Planet Tracker. Solo el 13% de los beneficios llega a los productores, mientras que el 34% es capturado por los fabricantes y distribuidores, y casi la mitad, un 47%, se lo llevan los minoristas y las empresas de servicios alimentarios. Esto se relaciona con el recurrente y polarizado debate sobre quiénes son los responsables del aumento de precios y si existe un posible exceso en los márgenes de beneficio de los supermercados.
Un estudio reciente de Funcas sobre este tema concluye que no es fácil identificar una tendencia clara, ya que, en ocasiones, son los incrementos en los precios de los productores, vinculados a mayores costes de producción, los que impulsan la subida de precios, lo que lleva a una moderación de los márgenes comerciales.
En otras situaciones, los precios de los productores crecen menos, mientras que los márgenes comerciales aumentan con mayor rapidez. De todas formas, el informe anima a seguir investigando sobre esta cuestión de cara al futuro.
Solo el 13% de los beneficios llega a los productores, el 34% a fabricantes y distribuidores, y un 47% se lo llevan minoristas y empresas de servicios alimentarios.
De lo que sí existen más certezas es que el actual sistema de producción de alimentos y la cadena de distribución están bastante lejos de ser sostenible y, además, no es capaz de proporcionar el acceso a una alimentación saludable para todos:
Hoy menos de la mitad de la población global consume dietas variadas con suficientes frutas, verduras y otros nutrientes necesarios, y es que la barrera económica que implica el alto precio de una dieta adecuada es un factor determinante, aunque no sea la única causa en la ecuación, subraya el International Food Policy Research Institute.
A todo esto se une que los precios de los alimentos han sufrido una fuerte subida en los últimos años a causa de la pandemia por la covid-19, episodios meteorológicos extremos, tensiones geopolíticas, políticas por parte de los Estados, que, imponiendo, por ejemplo, restricciones a las exportaciones de algunos productos, aunque intentaban proteger a sus consumidores, han acentuado la inflación, sin olvidar también los impactos que suelen suponer los cambios regulatorios en los precios, en otros factores.
Los datos más recientes del Índice de Precios de los Alimentos de la FAO, correspondientes a julio de 2024, muestran una leve disminución, y la agencia de la ONU anticipa una mayor estabilidad en los principales mercados de alimentos y fertilizantes para 2024-2025.
Sin embargo, aunque se prevé «un aumento en la producción y mayores existencias finales en varios alimentos básicos», la realidad es que algunas de las causas que contribuyen a la subida de precios parecen haber llegado para quedarse.
Esto deja al sistema global de producción de alimentos en una situación de vulnerabilidad, lo que probablemente seguirá repercutiendo en el coste de la cesta de alimentos.
Pero ¿qué factores podrían seguir influyendo en el tique de compra a medio y largo plazo? Los efectos del cambio climático y el calentamiento global amenazan, sin duda, la estabilidad de los precios.
Una investigación reciente publicada en la revista científica Nature, que aborda el impacto inflacionista del estrés térmico e hídrico, prevé reducciones significativas en la producción global de alimentos, lo que podría aumentar el número de personas en situación de inseguridad alimentaria severa para 2050.
Por otro lado, la industria alimentaria sigue siendo altamente dependiente de los combustibles fósiles y del uso intensivo de agroquímicos, lo que hace que el sistema sea más vulnerable a crisis energéticas derivadas de tensiones geopolíticas, como ha ocurrido con la invasión rusa de Ucrania.
Asimismo, no pueden descartarse tampoco futuros shocks económicos internacionales, como la pandemia de covid-19, que puso patas arriba el transporte y el comercio global, ni posibles brotes de enfermedades animales.
Del campo a la mesa. La industria alimentaria sigue siendo altamente dependiente de los combustibles fósiles y del uso intensivo de agroquímicos.
Aunque se espera una desaceleración gradual de la inflación en los precios de los alimentos en la eurozona, los efectos del cambio climático y los niveles actuales de volatilidad en el escenario internacional podrían afectar el frágil equilibrio global entre oferta y demanda, poniendo en riesgo tanto la estabilidad de los precios como la seguridad alimentaria.
Según el Fondo Económico Mundial, la transición hacia un sistema alimentario sostenible, resiliente y justo es una asignatura pendiente que requiere una transformación integral. Este cambio demanda «estrategias de renovación y reinvención» para lograr «cambios sistémicos a nivel industrial en la producción, la distribución y el consumo de alimentos».
Si piensa que la comida que llega a su plato es ya suficientemente cara, algunos estudios auguran que podría producirse, principalmente a causa del cambio climático, una inflación de precios de los alimentos de entre 0,9 y 3,2 puntos porcentuales por año de cara a 2035.
Del campo a la mesa. Por Ana Mangas