La regla crítica: Lolo Gramos. Jamás me he creído eso de que un teniente coronel fuese el responsable de aquellas veintitrés fatídicas conmociones de febrero, perdón, jamás, a no ser que hubiesen participado en esa conspiración a domicilio personajes como Pepe Gotera y Otilio, entre otros. Lo más grosero es que el tiempo se llevará por delante la verdad y la identidad de los implicados, para que perdure dura la verdad oficial. A lo mejor es para dar continuidad a esas frases chapuceras que permanecen en nuestras memorias y para redimirse de sus chapuzas: ¡Al suelo, al suelo, silencio todo el mundo! ¡No piensen, coño!
Y ahora que estamos de vuelta al país de nunca jamás, señor Gramos, son las sentencias de noviembre las que disparan al hemiciclo de nuestras cabezas, las que nos apuntalan y crucifican con un acuerdo de mierda en nuestros pechos y las que estrangulan la democracia hasta que pierda su conocimiento.
Después de ese periodo de inconciencia sólo tendrán que seguir presionando para asesinarla por asfixia, dejándola sin sangre, sin oxígeno y en silencio ¡Coño! Puedes tutearme, me llamo Manolo, pero todo el mundo me llama Lolo.
Gracias, Lolo. En este país ya quedan pocos niños que se diviertan y jueguen con el polvo de estrellas porque se está convirtiendo en un gigantesco contenedor de basura donde nadie recicla nada: A la mierda eso de que todos somos iguales ante la ley, a la mierda la separación de poderes, a la mierda la dignidad, a la mierda el estado de derecho, ¿Y la justicia? A la mierda también, ¿Y la Constitución? Pues que se joda y a la mierda también, ¿Y el bienestar social? A la mierda, joder. A la mierda el funcionamiento institucional, a la mierda la sensatez y la cordura, a la mierda la independencia judicial, a la mierda la razón, ¿Y la lógica? A la mierda todo ¡Coño!
La verdad es que sí, Andrés, que por el interés te quiero y que sólo interesa gritar eso de lo logramos, caiga quien caiga y al precio que sea ¿Qué podemos esperar de un mundo en el que hay truhanes y rufianes que llevan la maldad escrita en sus propios nombres? No olvides que la necedad de no darte cuenta de que eres un necio, sumado a una desmedida ansia de poder y a una nariz permanentemente larga, hace que te conviertas en un auténtico peligro social, en un depredador que arranca a mordiscos la zanahoria de los muñecos de nieve, mastica sin piedad la nariz de Cleopatra y opera con cuchillo panero la de Cyrano de Bergerac.
Lolo Gramos. La regla crítica por Carlos Penas

