Una pintura narrativa que difumina las fronteras entre realidad y ficción, cuya clave de comprensión se le escapa al espectador y le deja plena libertad de interpretación.
Lise Stoufflet y el arte onírico emocional. El enfoque pictórico de Lise Stoufflet (nacida en 1989, graduada en la Beaux-Arts de Paris en 2014 y cofundadora del taller colectivo del Houloc en Aubervilliers) se inscribe en una serie de lugares comunes del arte contemporáneo.


Sin embargo, al observarlas más de cerca, las telas de Lise Stoufflet nos sitúan más bien del lado del sueño y se revisten de un valor onírico y psicoanalítico. De ello emergen claramente los temas de la infancia, del juego y de la pulsión de muerte e incluso de una sexualidad reprimida. Todo ello en una atmósfera esotérica hecha de interiores acogedores, con moquetas y cortinas espesas, como en un teatro de ilusiones.
Estos cuentos infantiles, habitados por fantasmas y marcados por huidas precipitadas —como el gran formato Faire un Tour, desplegado a modo de instalación— nos remiten finalmente a composiciones surrealistas. En ellas, más que una ventana abierta al mundo, el cuadro funciona como un revelador de las necesidades fundamentales del alma humana.
Esta pintura de personajes y objetos arquetípicos, ejecutada en un estilo ilustrativo realzado por gamas rosas y azules, o por suaves planos de color pastel, retoma así los iconos de un inconsciente común.



Este mundo, accesible a través de las ventanas de los detalles pintados, evoca los sueños íntimos, los pensamientos fantasiosos y las imágenes fantaseadas. Anidado en los colores se refleja aquello que es imposible de expresar. «Todo el mundo está metido en su cabeza, en la trampa de la creación emocional», enuncia simplemente la artista sonriendo.
Lo que resulta precisamente interesante aquí es que las cosas del orden de lo oculto (el inconsciente, lo reprimido, el sueño) están dotadas de una verdadera forma visual. No hay duda alguna sobre la naturaleza de lo que se ve. La verdadera cuestión se sitúa en los mecanismos mágicos, lúdicos o imaginarios de la imagen, en aquello que suscita o revela.
Mostrar los artificios, señalar con el dedo la falsedad de la representación, Lise Stoufflet no oculta en absoluto la materialidad y la especificidad de la pintura. No se trata de crear ilusión. Al contrario, la pintura exhibe un metadiscurso: señala sus propios medios y funciones al representar plásticamente aquello que no es real.




Las formas se esencializan de manera genérica, despojadas de todo detalle superfluo y vinculadas entre sí por un filtro ambiental y escenográfico, como una señalética emocional. Rojo, azul, naranja corresponden a un estado psíquico sin entrar por ello en el terreno de lo simbólico. Se trataría más exactamente de una gama cromática específica, como una categoría de efectos en un juego que guarda sus reglas en secreto.
Una pintura que otorga un estatus semiótico a la representación, es decir, que le confiere el poder de crear signos autónomos al estar emancipados de la narratología común.

Una suerte de locura suave que baila alegremente en nuestras carnes y contra la cual cada uno de nosotros lucha. Así, para tejer un vínculo, para poder sentirse los personajes se parecen, se visten igual, comparten rasgos comunes, crean una norma a la que hay que aferrarse.
Las pinturas de Lise Stoufflet revelan aún más lo extraño y lo indecible que se encuentran con la norma. Juntos cuentan los lazos que unen a los seres , los de las relaciones sentimentales, los de las explosiones de afecto, los de las ingenuidades, los miedos y las obsesiones personales.
Para más información: lisestoufflet.com
Lise Stoufflet y el arte onírico emocional. Por François Salmeron

