Interpretaciones sensitivas de los retratados, paisajes europeos, bosques, riberas, colinas y atmósferas cambiantes que dialogan entre la luz y el color, lo real y lo poético.
La expresión emocional del retrato y el paisaje de Jef Bourgeau. El estilo de Bourgeau podría describirse como una síntesis entre impresionismo tardío, algo de expresionismo y pinceladas modernas libres. No trabaja con precisión académica rigurosa, sino con gestos que captan la fugacidad de la luz, de la brisa, del momento atmosférico.

Sus composiciones tienden a jugar con horizontes amplios, cielos imponentes, reflejos de agua, vegetación en distintos estadios de crecimiento, a veces árboles nudosos o ramas retorcidas que marcan bordes fuertes. No rehúye los contrastes: claroscuros marcados entre luz y sombra, pero sin caer en lo tenebrista; más bien busca tensión visual entre zonas luminosas y otras más sombreadas, para generar profundidad, movimiento, vida.
Una característica esencial de Bourgeau es que las obras transmiten una atmósfera: ya sea nostalgia, calma, grandiosidad del espacio natural, o la idea de lo efímero (la luz que se transforma, las nubes que se desplazan). No busca simplemente representar “qué se ve” sino “qué se siente”. Esa carga emocional hace que el observador se detenga, mire los matices, perciba la vibración del color, la textura de la materia, la profundidad del espacio.

A lo largo de su carrera, Jef Bourgeau ha moldeado su propia identidad del mismo modo en que uno manipula un medio artístico, contribuyendo así a establecer un modelo fundamental de la teoría posterior al siglo XX: una que no se ocupa tanto de la cuestión de la identidad como de suspenderla. En consecuencia, no existe un solo Jef Bourgeau, sino muchos.
No solo ha adoptado con rapidez diversos lenguajes posmodernos y otras formas más avanzadas de expresión, sino que también ha inventado varios alter egos contradictorios. Bourgeau se ha presentado a sí mismo como artista y marchante de arte, conceptualista y artesano, pragmático y soñador, matón y ermitaño.

Es, en última instancia, un fabulador absoluto, que desafía nuestras suposiciones sobre el arte. Sin embargo, dentro de todas estas estrategias cambiantes, Bourgeau ha construido una poderosa lógica negativa, dirigida a cuestionar la naturaleza del arte y de las instituciones artísticas, y, de un modo aún más profundo, la cultura que las crea y las legitima.
Con ese propósito, este libro presentaría su obra como una narración en curso, pero sin historia. O, al menos, sin resolución. En su trabajo hay una tensión constante; como sucede con todo buen arte, nunca permite por completo al espectador la comodidad de sentir que está terminado.

Jef Bourgeau nació en Detroit en 1950. A los trece años comenzó a ilustrar y a escribir relatos breves. A los diecinueve fue invitado a realizar una maqueta de diez páginas de grabados en bloque para una revista de arte canadiense. Al año siguiente vendió su primera novela, pero, insatisfecho con ese esfuerzo inicial, rompió el contrato y destruyó el manuscrito. Pasó los siguientes diez años experimentando con la escritura y la pintura, y pronto comenzó también a explorar el cine y el video.
En 1980 descubrió por primera vez el potencial emergente de los ordenadores y del arte multimedia. Para 1986, como parte de una exposición dedicada a Diego Rivera en conmemoración del 50.º aniversario de los frescos Detroit Industry, Bourgeau presentó tres filmes y diez pinturas digitales en la muestra Muscle and Machine Dream en la galería Meadow Brook Art Gallery.

En 1990, Kiichi Usui, entonces director de esa galería, le ofreció a Bourgeau una exposición individual titulada Boxes, compuesta por obras nuevas generadas completamente con ordenadores y video. Habiendo finalmente desarrollado estos medios diversos en una forma de instalación satisfactoria, Bourgeau comenzó su carrera en galerías en 1991: primero en Feigenson/Preston, y luego en O.K. Harris Works of Art. En pocos años, su trabajo se exhibió en museos y galerías de todo Estados Unidos, así como en Europa y Asia.
Para más información: Jef Bourgeau
La expresión emocional del retrato y el paisaje de Jef Bourgeau. Por Jan van der Marck