Gracias Estado, por cuidarnos como a ganado, como si fuéramos incapaces de tomar decisiones sin que nos pongan un semáforo emocional en cada esquina. Políticos del S.XXI, esos héroes del teatro del absurdo que jamás han triunfado en la empresa privada y pretenden gestionar un país. Nos dicen que subir los impuestos es necesario y natural, pero lo que si es natural es su incapacidad para gestionar sin despilfarrar. Si el presupuesto se desangra no es por nuestras arterias, es por sus hemorragias de incompetencia.
Nos gobiernan una pandilla de psicópatas expertos en disfrazar el control en cuidado, la vigilancia en protección, y el saqueo en solidaridad. Nos infantilizan con discursos de “bien común” mientras multiplican asesores, ministerios y excusas. No gestionan, escenifican. No lideran, improvisan. Y cuando pedimos libertad, nos llaman insolidarios. Pero no es rebeldía, es instinto: el de no querer ser ganado en manos de pastores que nunca pisaron el campo.
No queremos que nos cuiden si el precio es nuestra libertad, si el cuidador es un burócrata con ínfulas de salvador, y lo más importante, si el “cuidado” implica vigilancia y censura. Tampoco queremos tu abrazo paternalista y que nos trates de figurantes en tu teatro de cartón. Cada vez que actúas como Estado opresor y decides que necesitas más dinero, no miras hacia dentro para corregir tu despilfarro ni tu corrupción, miras hacia nuestros bolsillos. ¿Educación? ¿Sanidad? Claro, pero primero subvenciones absurdas, sueldos inflados y ministerios que sirven para poco más que justificar su existencia.
Miles de asesores y ni una idea propia.
A veces me cuestiono si debe ser muy complicado ser presidente, pero como decía Mújica, «Desde cuando es necesario ser inteligente para ser presidente«. Por suerte en este sistema maquiavélico existe una solución, contratar casi 1000 asesores. Sí, mil. porque pensar por cuenta propia es una actividad de alto riesgo para una clase política tan mediocre.
¿Y qué hacen todos estos asesores? Misterio. Algunos redactan discursos que suenan como si ChatGPT los hubiera escrito en modo aburrido. Otros diseñan políticas públicas que no resisten ni una tarde de lluvia. Y el resto, bueno, el resto probablemente se dedica a justificar su propia existencia en reuniones donde se habla mucho y se decide nada. Cada asesor cumple una función vital, uno le recuerda cómo se llama, otro le sopla frases como “crecimiento sostenible” y “justicia fiscal” para que parezca que sabe de qué habla. Hay incluso uno especializado en elegir el ángulo correcto para parecer empático en las fotos. Porque gobernar no es cuestión de ideas, sino de escenografía.
Pero lo importante es que el presidente «está bien» y mucho menos está solo. Tiene casi 1000 cerebros alquilados, porque el suyo seguro que viene sin garantía. ¿Posible retraso mental? No lo afirmamos, pero pensad un poco, si un líder político necesita casi mil asesores para gobernar, quizá el problema no sea la complejidad del país, sino la simplicidad del líder.
Qué reconfortante es saber que a cambio de nuestra autonomía, recibimos burocracia kafkiana y una subida de impuestos que no es “natural” ni “inevitable”, sino el resultado directo de una gestión nefasta de nuestra paupérrima clase política. Y cuando protestamos, nos llaman insolidarios. Porque al parecer, querer decidir sobre tu vida, tu dinero y tu futuro es egoísmo. Qué atrevidos somos al pensar que la libertad no debería tener precio, ni estar hipotecada por un paternalismo que ni siquiera sabe sumar sin déficit. Gracias Estado, por cuidarnos como a ganado, pero algunos preferimos pastar en libertad.
Gracias Estado, por cuidarnos como a ganado, Por John Headhunter.

