El Jazz Voyeur Festival celebra 18 años de libertad sonora, consolidando la isla de Mallorca como epicentro internacional de la música creativa.
Entrevistamos a Roberto Menéndez del Jazz Voyeur Festival. En su 18ª edición, el festival se consolida como uno de los grandes referentes culturales de Mallorca. Bajo la dirección de Roberto Menéndez, el festival ha tejido durante casi dos décadas una red de conexiones entre artistas consagrados, talentos emergentes y públicos apasionados. En esta conversación, exploramos el legado, la evolución y el futuro de un proyecto que ha convertido el jazz en un lenguaje común para la isla y más allá.
Este año el Jazz Voyeur Festival cumple 18 ediciones. ¿Qué significa alcanzar la mayoría de edad para un proyecto cultural como este?
Cumplir 18 años es mucho más que una efeméride: es la confirmación de que el Jazz Voyeur Festival ha resistido el paso del tiempo, con una crisis financiera, una pandemia y todos estos cambios de paradigma sortearlos con templanza, pasión y una visión clara. Estos 18 años son una etapa, escenarios por donde han pasado figuras legendarias del jazz, algunas de las cuales ya no están entre nosotros, dejando una huella imborrable en la memoria sonora de Mallorca. Este logro no sería posible sin el esfuerzo constante y el compromiso de un equipo que combina experiencia con juventud, tradición con nuevas ideas y la sangre fría que necesitan este tipo de proyectos.
¿Cómo ha evolucionado el festival desde sus inicios?
Estos proyectos se construyen paso a paso, casi como una improvisación. Cuando comenzamos en 2004 junto a Gerardo Cañellas, éramos unos soñadores con una programación ambiciosa y una fe absoluta en el poder del jazz. Con el tiempo, aprendimos a escuchar el tempo del mercado, a corregir errores y a adaptarnos sin perder la esencia.
Mallorca en un mercado que presenta desafíos únicos: su insularidad, el desconocimiento general del jazz y el hecho de que este género atraviesa una etapa compleja ya que muchos de los grandes maestros han fallecido, y aún no ha emergido una figura que marque el rumbo, como lo hizo Miles Davis en su momento. Aun así, sigo creyendo que el jazz es la música clásica del siglo XXI: libre, sofisticada, emocionalmente honesta. El festival ha evolucionado como un organismo vivo, respondiendo a los cambios culturales y manteniendo su compromiso con la calidad, la autenticidad y la conexión humana.
¿Qué papel juega el festival en el contexto internacional del jazz?
Creo que hemos logrado situar a Mallorca en el mapa del circuito europeo del jazz. En España, festivales como los de San Sebastián, Barcelona, Madrid o Getxo están profundamente consolidados, muchos de ellos respaldados por administraciones públicas y concebidos como productos turísticos. Ese apoyo institucional facilita su proyección y sostenibilidad, algo que en nuestro caso ha requerido un esfuerzo mucho más orgánico y persistente.
Además, vivimos tiempos confusos para el jazz: el relevo generacional aún no ha definido una nueva voz que marque el rumbo, y el género no goza del mismo protagonismo que en décadas pasadas. Aun así, seguimos apostando por la excelencia artística y por ofrecer una programación que conecte con públicos diversos, manteniendo viva la esencia del jazz como lenguaje universal.
¿Cómo se articula la relación entre el festival y las instituciones públicas?
La evolución del mercado musical y del consumo cultural ha favorecido una mirada más abierta hacia los proyectos independientes, especialmente aquellos que no forman parte del mainstream. En ese contexto, la colaboración entre festivales como el Jazz Voyeur y las instituciones públicas ha ganado legitimidad y reconocimiento. Hoy en día, se entiende que la cultura no es solo un bien simbólico, sino también un motor económico: representa el 3,5% del PIB y genera empleo, riqueza y cohesión social.
Aun así, competir con grandes carteles que se venden por sí solos, con artistas que ya traen consigo su maquinaria promocional, sigue siendo un reto. Nosotros apostamos por algo más profundo: por construir vínculos con el territorio y sus instituciones, como el Conservatorio de Palma, Es Baluard o espacios que permiten una programación más comprometida y cercana. Creemos firmemente que Mallorca merece un lugar destacado en el circuito musical europeo, no solo como destino turístico, sino como enclave cultural con identidad propia.

El cartel de este año reúne nombres como Escalandrum, Fred Hersch, Leonor Watling, Bill Frisell Trío, Tony Ann y Chicago Mass Choir. ¿Qué criterios han guiado la selección artística en esta edición tan especial? ¿Qué mensaje busca transmitir el festival a través de esta programación?
Esta 18ª edición es, sin duda, una de las más ambiciosas que hemos presentado. Seis conciertos que reúnen artistas internacionales y locales, varias masterclasses y una apuesta clara por la diversidad estilística y la excelencia interpretativa. Estamos creciendo en cantidad, sí, pero sobre todo en calidad.
La selección artística responde a una lógica muy concreta: conocemos bien el circuito europeo de jazz, llevamos más de 40 años en el negocio, y muchos de los artistas que hoy forman parte del cartel son viejos conocidos, colaboradores con los que ya hemos trabajado o figuras que llevábamos tiempo queriendo traer a Mallorca. En un festival independiente como el nuestro, el presupuesto marca los límites, y competir con los grandes festivales nacionales o europeos no es sencillo.
Pero a veces, lo logramos. Este año, por ejemplo, hemos conseguido contar con Bill Frisell, uno de los guitarristas más influyentes del mundo, cuya presencia será sin duda espectacular. También nos emociona presentar a Tony Ann, pianista canadiense que representa la corriente neoclásica con una propuesta instrumental profundamente evocadora. Y qué decir de Fred Hersch: para mí, el pianista más importante de su generación. Su vida, marcada por la lucha contra el SIDA, su labor como compositor y maestro, y sus 15 nominaciones al Grammy, lo convierte en una figura imprescindible. Su recital en piano solo, será una cita ineludible para los amantes del género.
¿Cómo ves el estado actual del jazz y su audiencia?
Tal como comentaba antes, la audiencia del jazz está en retroceso a nivel mundial. Atraer a las nuevas generaciones se ha convertido en uno de los grandes desafíos para todos los festivales, especialmente en un contexto marcado por la precariedad económica y la saturación de propuestas culturales más orientadas al entretenimiento inmediato.
El jazz, por su naturaleza introspectiva y exigente, no encaja en el modelo de festival que hoy predomina: eventos multitudinarios donde el foco está en beber, bailar y consumir experiencias rápidas. Nosotros proponemos otra cosa. Nuestro formato apuesta por la escucha activa, por el respeto al artista y por la calidad técnica. Programamos en las mejores salas de la ciudad, con los mejores instrumentos y condiciones acústicas, y el público se sienta a escuchar. En una sociedad acelerada y ruidosa, eso puede parecer casi revolucionario.
El reto está en seguir defendiendo este espacio de profundidad y belleza, en educar la sensibilidad y en demostrar que el jazz sigue siendo un lenguaje vigente, capaz de emocionar, de provocar y de conectar generaciones.
Para más información visita su web: jazzvoyeurfestival.es/informacion
Entrevistamos a Roberto Menéndez del Jazz Voyeur Festival. Por John Headhunter.