Erotismo pictórico entre lo humano y lo animal. El espejo animal de la condición humana
Lilia Mazurkevich: simbolismo zoológico «La naturaleza humana es tan profunda e impredecible que nunca se puede definir», afirma Lilia Mazurkevich, y en esa sentencia late la esencia de toda su obra. Originaria de Bielorrusia y afincada en Londres, esta artista ha convertido su pintura en un laboratorio visual donde lo humano se entrelaza con lo animal, donde la belleza se codea con la inquietud y el erotismo se manifiesta como un instinto que desvela, a la vez, nuestra fragilidad y nuestra fuerza.


Mazurkevich capta los gestos más sorprendentes de la vida cotidiana y los magnifica, fundiendo rostros femeninos de perfección casi clásica con reptiles, aves o felinos que, en lugar de repeler, intensifican la atracción. Esta yuxtaposición responde a una estrategia pictórica que bebe del mito eterno de “la bella y la bestia”, donde la animalidad actúa como contraste y como metáfora.
La artista se mueve en un terreno ambiguo: no se trata de celebrar la superioridad humana ni de sublimar lo animal, sino de señalar la frontera porosa que los une. En este sentido, su obra dialoga con una tradición simbólica tan antigua como la mitología, aunque revestida de un cromatismo contemporáneo que conecta con el Pop Art y con la estética de la ilustración conceptual de los años sesenta y setenta.


Erotismo, crítica y estética del contraste
El erotismo en la obra de Mazurkevich no es un accesorio ni un mero recurso estético: es un eje discursivo. Sus mujeres, siempre presentadas con un canon de belleza idealizado, representan el deseo, pero un deseo en tensión, asediado por criaturas que suscitan recelo o rechazo. La serpiente, el lagarto o el insecto, símbolos de lo repugnante o lo amenazante, aparecen como contrapeso de esa perfección carnal, generando una fricción que interpela directamente al espectador.
En esta dinámica, la artista sugiere una reflexión crítica: el ser humano, tan orgulloso de su racionalidad, se revela como un ser frágil y contradictorio, dominado por instintos y pulsiones que comparte con el resto de las especies. Como ocurre en la obra del estadounidense Erik Thor Sandberg, también presente en el debate sobre la relación entre lo humano y lo animal, Mazurkevich pone en cuestión la fiabilidad del hombre respecto al resto de la vida. Pero a diferencia de Sandberg, cuya pintura se sumerge en atmósferas barrocas y densas, Mazurkevich apuesta por un lenguaje más luminoso, saturado de color y humor, donde la manipulación de la escala y la perspectiva aporta un efecto casi teatral.


De esta forma, sus lienzos funcionan como escenarios simbólicos donde se cruzan la sátira y la ternura, la repulsión y el deseo. La yuxtaposición no pretende reconciliar contrarios, sino resaltar la tensión que late en la condición humana. En este aspecto, su arte conecta tanto con los relatos mitológicos como con las narrativas contemporáneas de género y poder, en las que lo femenino aparece como territorio de disputa y transformación.
Trayectoria y consolidación internacional
La solidez técnica de Lilia Mazurkevich no es casual. Formada en algunas de las academias más prestigiosas de Europa del Este, acumuló desde finales de los años ochenta una experiencia que primero se plasmó en la ilustración. Durante años trabajó para la prensa nacional de Ucrania y Bielorrusia, lo que la llevó a colaborar con editoriales internacionales en las décadas de 1990 y 2000. Sus imágenes poblaron portadas de novelas y manuales académicos, abriéndole un camino profesional que culminó con su traslado definitivo a Occidente.


El punto de inflexión llegó en 2016 con la exposición Día o Noche, que recogía de manera exhaustiva sus dos grandes registros estilísticos. Allí, el público pudo confrontar el humor, la exuberancia cromática y la destreza técnica de una artista capaz de representar con la misma minuciosidad el plumaje de un ave, el brillo húmedo de una piel anfibia o la suavidad aterciopelada de un cuerpo humano.
Hoy, su obra continúa desafiando categorías y géneros, recordándonos que el arte, cuando se atreve a explorar las fisuras de la identidad, puede ser tan perturbador como revelador. Lilia Mazurkevich pinta lo que somos y lo que tememos ser: animales de deseo, criaturas contradictorias que buscan, en la imagen del otro, la clave de su propio misterio.
Para más información: liliamazurkevich.co.uk
Lilia Mazurkevich: simbolismo zoológico. Por Mónica Cascanueces.