La regla crítica: Como si se mueren los relojes. Some years ago, al que ganaba alguna suculenta cantidad de dinero se le hacía una de esas preguntas que es imprescindible aún en los tiempos que corren, más locos que los años veinte, pero con el encanto de la maldita inquisición: ¿Qué vas a hacer con la pasta?
Daba igual que hubieras esquivado las calabazas en el un, dos, tres de Chicho, o que Joaquín Prat te hubiera bendecido con su mano al ritmo de un pegadizo “a jugarrrr”, o que se hubieran aliado los astros con los cinco números de la ilusión de todos los días, o que las niñas y niños de San Ildefonso cantaran tu premio como depravados y enseñándote las bolas que te habían sonreído. No interesaba el origen de la dicha, no, importaba un carajo que Tales de Mileto pensara en el agua como el origen de todas las cosas y, si en ese momento levantase la cabeza, como si empezase a contar hasta diez para quitar el seguro y apuntarse a la sien. Lo importante era estampar las alcachofas a escasos milímetros de tus morros para que respondieras de una puta vez al interrogatorio con el que violaban tu intimidad.
Las respuestas se movían dentro del mismo círculo de amistades peligrosas: Bueno, arreglar unas cositas de casa, ayudar a nuestra hija, que se nos casa, ayudar a nuestro hijo, que también se nos casa, tapar unos agujeritos, ya sabe, comprar un coche a nuestra hija que le hace falta para ir a trabajar, bueno, y comprar un coche a nuestro hijo que cualquier día se queda con el volante en la mano, pagar la hipoteca, abrir una cuenta a nuestra hija para que tenga unos ahorritos, ya sabe, abrir una cuenta de ahorro a nuestro hijo, bueno, ya sabe, tapar esas grietas que llevan abiertas casi toda la vida.
Y hoy, después de atrapar un millón, superar el desafío, desactivar las bombas de boom y pasar palabra hasta que se agoten los segundos, las respuestas se menean también dentro de una misma órbita, mientras piensas en la hostia que de buena gana le meterías: Bueno, dar la vuelta al mundo, ya sabes, tomarnos un año sabático, viajar, irnos una temporada a Tailandia, ya sabes, ir en globo o hacernos selfis en las siete maravillas del mundo. Por mí, como si se acerca el fin de los delfines, como si se mueren
los relojes, como si tropiezas con algún trozo de sangre y te rompes la crisma en la caída, o te mueres.
Como si se mueren los relojes. La Regla crítica por Carlos Penas.