Destaca por sus pinturas figurativas, en las que combina referencias artísticas con elementos de la cultura popular contemporánea.
Anna Weyant: entre la dulzura y la sombra. En la mirada de Anna Weyant hay un hilo invisible que ata lo bello a lo incierto. Sus retratos son espejos que respiran, superficies donde la calma parece intacta, pero bajo las apariencias los sigilos de un viento secreto. Susurros suspendidos entre lo onírico y lo cotidiano, sus pinturas representan la complejidad de la adolescencia femenina: el brillo contenido en una pupila, la curva tímida de una mano, la lengua rebelde retorcida espejismos de un mundo al revés.




Las jóvenes mujeres que protagonizan los trabajos de la artista canadiense captan ese tránsito entre la infancia y la adultez, explorando su vulnerabilidad. Anna Weyant pinta el silencio como si fuera un lenguaje. Lo pliega en los vestidos que parecen pesar, en los cabellos que caen como lluvia detenida. Hay algo ritualistico en su trazo, un pulso lento que busca eternizar el instante justo antes de quebrarse. Sus personajes no gritan, no sonríen y siempre incluyen algo siniestro e inquietante, se repliegan hacia adentro, como si guardaran un juramento. Y sin embargo, desde esa quietud, nos interrogan.
Según Solana, Weyant fusiona una “mirada feminista” con humor negro, y a pesar de que es rigurosamente contemporánea, tiene las “cualidades de una maestra antigua”.

Su producción abarca tanto retratos como bodegones, a menudo titulados con nombres de canciones o referencias pop, que funcionan como pistas de sus obras, añadiendo capas de significado y aportando un toque humorístico.


En su paleta no hay estridencia, muestra influencias que van más allá de la pintura holandesa, como el caravaggismo, que se hace evidente en los intensos claroscuros. Al contemplar sus obras, sentimos que el tiempo se suspende en un sutil erotismo.

Miramos esos rostros y creemos entenderlos, pero se desliza una duda, la sensación de que lo intacto no es más que una máscara. Porque detrás del orden late la fragilidad, y en lo frágil, lo verdadero. Allí, en la frontera entre dulzura y amenaza, sus figuras habitan como sombras la sospecha de que la belleza, esa que parecía tan dócil, llevaba siempre un secreto oscuro entre los labios.
Para más información: museothyssen.org
Anna Weyant: entre la dulzura y la sombra. Por Rococó de la Mer