El artista ha construido una iconografía muy personal, un teatro visual donde lo raro es lo normal y donde la diferencia es celebrada.
Los seres se Rafa Macarrón, una fauna inclasificable. Los retratos constituyen un universo visual inconfundible, poblado por criaturas deformes, híbridos entre humanos, animales y seres imaginarios. A primera vista, su estética naif y la paleta de colores vivos podrían llevar al espectador a pensar en un mundo amable, incluso infantil.




Sin embargo, basta una segunda mirada para descubrir que esas figuras distorsionadas no son simples caricaturas: hay en ellas una profunda humanidad, una melancolía en los ojos y una ternura inquietante que revela una visión compleja del mundo y de la condición humana.
Macarrón trabaja con una técnica libre, multidisciplinaria. Utiliza desde pintura acrílica hasta lápices, rotuladores, tinta, spray y elementos metálicos. En sus composiciones se combinan figuras solitarias o agrupadas, casi siempre flotando en paisajes vacíos, fondos planos o entornos sin perspectiva realista. Esta suspensión espacial genera una atmósfera que recuerda al surrealismo, pero sin sus connotaciones oscuras o subconscientes.
El universo de Macarrón parece el producto de una imaginación lúdica, aunque claramente crítica y comprometida.



Una de las claves de su estilo está en cómo representa los cuerpos: desproporcionados, con miembros excesivamente alargados, ojos desorbitados, rostros desfigurados. No hay un intento de belleza convencional, sino una exaltación de la diferencia. Esta deformidad no resulta monstruosa, sino profundamente poética.

Los personajes de Macarrón son vulnerables, frágiles, a veces cómicos, pero siempre con un fondo de tristeza o contemplación. En ese sentido, se aleja del gesto agresivo o nihilista que puede encontrarse en otros artistas que también distorsionan el cuerpo humano.
Los seres se Rafa Macarrón, una fauna inclasificable. Por Beatriz Gálvez