Los orígenes de una mirada lúdica.
La infancia fabuladora de Anneke Bloema. Cuando era niña cultivó con fervor tres pasiones que, con el tiempo, germinaron en una estética única: el dibujo, los animales y el juego al aire libre. Criada entre un hermano mayor y una hermana menor con quienes compartía una edad similar, su infancia fue un territorio fértil de imaginación desbordante.
Recuerda con especial afecto aquellas tardes de juegos compartidos: encarnaban piratas, príncipes y princesas, eran acróbatas en su propio circo ficticio —‘The Jabadaba’s’—, y se entregaban a la rayuela, a los rollovers, y a toda suerte de invenciones performáticas que los acercaban al arte de soñar despiertos.

Este temprano impulso de fabulación lúdica no se evaporó con el paso de los años. Muy al contrario: se convirtió en una base emocional y conceptual desde la cual Anneke ha construido su actual universo creativo.
Hoy, ‘The Jabadaba’s’ es más que un recuerdo nostálgico: es también el nombre del grupo de mensajería donde ella y sus hermanos siguen compartiendo la complicidad de aquellos días, como si el tiempo no hubiera podido arrebatarles del todo su particular modo de habitar el mundo. Y en más de una ocasión, Anneke confiesa, aún se atreve a saltar la rayuela.
Del ojo fotográfico al lenguaje del collage: una alquimia visual
A los 18 años, la cámara fotográfica se convirtió en una extensión natural de su mirada. Lo que comenzó como un pasatiempo terminó sedimentándose en una vocación. En 2001, fundó su propia empresa, The Factory II, con la que comenzó a trazar un recorrido profesional en el ámbito de la fotografía. Sin embargo, el impulso narrativo y transformador que la habitaba la empujó más allá del simple acto de registrar la realidad: comenzó a crear collages.

Su transición del lente a la tijera no fue un abandono, sino una evolución. “Con el tiempo encontré una manera de contar las historias que quería contar”, dice. Y ese hallazgo le permitió dar forma a universos propios, habitados por una iconografía animal, onírica y profundamente simbólica.
Tras ganar un importante premio por sus ilustraciones en 2018, recibió el estímulo necesario para seguir expandiendo su lenguaje. Pero fue durante la pandemia de 2020 —cuando el mundo exterior se detuvo— que su mundo interior halló una inesperada ventana: sin sesiones fotográficas, con el tiempo como aliado, pudo volcarse de lleno a los collages. De esa concentración creativa nació Wondrous Goose, un corpus de obras donde lo surreal, lo tierno y lo inquietante se entrelazan en composiciones tan ingeniosas como poéticas.
Animales como espejos: narrativas de identidad y libertad
Hoy en día, Anneke Bloema consagra la mayor parte de su tiempo a crear collages que transitan entre lo lúdico y lo filosófico. Sus materiales provienen de un vasto archivo fotográfico personal, fruto de más de dos décadas de trabajo tras la cámara.
Cada imagen, cada animal, cada fondo paisajístico proviene de una vivencia, de un instante recogido con paciencia. Esas piezas, luego reconfiguradas, componen microfábulas donde los animales ya no son solo animales, sino personificaciones de emociones humanas, arquetipos, metáforas visuales del deseo, la identidad, el desconcierto o la ambición.

En su universo, los animales viajan —muchas veces sin rumbo, otras simplemente por placer— y encarnan con humor e ironía las paradojas humanas. Algunos, como Daphne, se disfrazan con orgullo: ella luce unos zapatos rojos como si fueran coronas.
Otros, como The Biggest Bird, expresan una necesidad de transformación: de crecer más allá de sus límites naturales, de volverse algo otro. Hay un eco existencial en estas criaturas híbridas que aspiran, en el fondo, a una forma de libertad. Sus deseos, sus gestos, sus travesías, nos confrontan con nuestras propias inquietudes.

Anneke Bloema vive hoy en el campo, junto a su esposa y sus perros, con quienes comparte el amor por jugar al aire libre. La niña fabuladora que inventaba circos en su jardín no ha desaparecido; simplemente ha evolucionado. Sus collages son testimonio de ello: una celebración de lo imaginario como resistencia frente a lo literal, una invitación a mirar el mundo —y a nosotros mismos— con la ternura feroz de quien nunca dejó de jugar.
Para más información: wondrousgoose.com
La infancia fabuladora de Anneke Bloema. Por Mónica Cascanueces.