La regla crítica. Huyen de la boca. Los momentos de acción política más importantes para los ciudadanos deberían de ser las sesiones plenarias del Congreso de los Diputados. Tendrían que ser de carácter público y ser televisadas en riguroso directo a través de un canal creado única y exclusivamente para ello, excepto las de carácter extraordinario que pudieran requerir de la máxima de las confidencialidades. No se trata de emitir sólo los debates sobre el estado de la nación, los de investidura y alguna que otra gaita más: todos.
Además, la asistencia tendría que ser obligatoria salvo causa debidamente justificada y que estuviese amparada por alguna de las previstas en el correspondiente Reglamento. Como en los colegios, joder, y se acabó eso de ir sólo cuando te sale de los huevos.
Yo sacrificaría el derecho de voto en todas las sesiones parlamentarias a la presidenta, o presidente, del Congreso, o Congresa de los Diputados, o Diputadas, por el mero hecho de serlo para poder garantizar el ejercicio de sus cargos con decorosa imparcialidad.
Quedarían terminantemente prohibidas todas las manifestaciones de reacción eufórica, ya sean los aplausos de las focas en plan aterrizaje de Ryanair, las pataletas escolares, los golpes infantiles típicos del Parlamento británico, los abucheos, los silbidos, los balidos, los eructos, los escupitajos, los tirones de pelo, las flatulencias, las pedorretas, los cuchicheos y cualquier otra forma de contaminación higiénica y acústica.
Asimismo, con el fin de garantizar el obligado respeto a todas y cada una de las formaciones políticas legítimamente presentes, quedaría tajantemente prohibido ausentarse del hemiciclo antes, durante y después de la intervención de un diputado.
Tales actos tendrían la consideración de falta grave y supondrían la suspensión de empleo y sueldo según los tiempos ya previstos en el reglamento. Exceptuando, claro está, los casos de urgencia fisiológica y otros debidamente contemplados en la Disposición Final del mencionado.
Por otro lado, y paralela a la Mesa del Congreso, crearía una Comisión a modo de jurado popular para permitir la participación directa de los ciudadanos. Entre sus funciones estarían la de garantizar que las preguntas de nuestros representantes no quedaran sin respuesta, exigir de manera instantánea la veracidad de los datos aportados por los mismos y velar por el respeto a los registros oficiales de nuestras Hemerotecas, pudiendo intervenir de manera inmediata para el correcto desempeño
de sus funciones.
Se levanta la sesión a las cinco y cinco minutos de la madrugada y en breve se les comunicará cuando se reanuda: Muchas gracias.
Huyen de la boca. La regla crítica por Carlos Penas.