El director anuncia una nueva versión de Megalópolis, aún más extraña y libre. Una visión inquebrantable.
Francis Ford Coppola y su cruzada por un cine sin concesiones. A los 86 años, Francis Ford Coppola reafirma su lugar como figura ineludible del cine autoral. Tras el estreno de Megalópolis, una ambiciosa epopeya de ciencia ficción que fue recibida con frialdad por la taquilla, el cineasta anuncia sin titubeos una nueva versión “aún más rara”.
Lejos de rendirse ante las exigencias del mercado, Coppola parece revitalizado por el fracaso, al punto de abrazarlo como prueba de su independencia. “Puedo hacer lo que quiera con ella”, declaró, recordándonos que su libertad creativa es absoluta: Megalópolis fue financiada íntegramente con su propio capital.

Surrealismo restaurado
La nueva versión rescatará escenas oníricas eliminadas en el corte original por temor a espantar al espectador convencional. Coppola, como ya hiciera con las múltiples ediciones de Apocalypse Now, vuelve a intervenir su obra con la convicción de quien entiende el cine como arte mutable. En paralelo, ha confirmado la publicación de una novela gráfica que expandirá el universo de la película sin limitarse a reproducirla. A cargo de Chris Ryall, el cómic no será una adaptación servil, sino una “hermana” narrativa que explorará nuevas dimensiones del relato.
Contra el imperio del algoritmo
Fiel a su espíritu provocador, Coppola también ha criticado abiertamente el sistema de calificación de plataformas como Rotten Tomatoes, al que acusa de imponer fórmulas prefabricadas que sofocan la creatividad. En su visión, el cine se ha visto reducido a una maquinaria industrial que produce “Coca Cola”, y él se niega a formar parte de esa cadena.
Megalópolis no es un epílogo, sino un manifiesto: una declaración de amor al cine entendido como gesto libre, imperfecto y profundamente humano. Su última película aún está por venir. Lo que sí es seguro: no será para todos. Y tal vez ahí radique su verdadera grandeza.
Francis Ford Coppola y su cruzada por un cine sin concesiones. Por Leonardo Lee.