Las chicas peludas y gatos endiablados de Inés Estrada ¿Cómo enamorarse del arte más sucio?
Inés Estrada: «Una revolución en rosa vómito». En el panorama actual del cómic independiente, una revolución silenciosa —y, sin embargo, profundamente visceral— se está gestando desde las trincheras más íntimas del arte gráfico: las de las jóvenes autoras. Son ellas quienes, con talento desafiante y sensibilidad radical, están reformulando los códigos narrativos y visuales de una industria históricamente masculinizada.
En este nuevo contexto, nombres como el de Inés Estrada brillan con una intensidad particular. Estrada —también conocida por su alias artístico Inechi— es una de esas artistas que no se limitan a contar historias: las desangran, las vomitan en colores chillones, las convierten en mantras gráficos de una generación que se define por el exceso, la ternura y el desgarro emocional.

Inés Estrada: «Una revolución en rosa vómito». Desde su trinchera creativa en Ciudad de México, Inés Estrada ha sabido construir una voz única.
Una voz cargada de humor ácido, crítica social y una estética sucia y entrañable que parece provenir del rincón más caótico de internet. Su trabajo dialoga con la tradición del cómic alternativo, pero lo empapa de un feminismo irreverente y vitalista que evita la solemnidad y apuesta, más bien, por una iconoclasia emocional. En sus viñetas, las mujeres no son símbolos ni discursos: son cuerpos que sangran, que sienten, que se abren en canal —literalmente— porque no encuentran otra forma más directa de expresarse.
Estrada ha encontrado en el fanzine y la autopublicación un medio ideal para explorar sin filtros ni concesiones. Su arte no busca agradar, sino provocar, sacudir y al mismo tiempo consolar. Desde chapitas hasta pegatinas, pasando por ilustraciones digitales y cómics de distribución internacional, todo su universo estético está atravesado por una coherencia feroz: la de una joven artista que ha hecho de lo marginal su bandera.
Publica en plataformas como Vice México y The Believer, y a pesar de su juventud, su presencia es contundente. Como si cada una de sus ilustraciones fuera un grito que, en lugar de desgarrar el aire, se instala dulcemente en la conciencia del espectador.

En Inechi resuena el eco de otras autoras latinoamericanas que han sabido construir desde lo íntimo un discurso político —Power Paola, por ejemplo—, pero también hay en ella una vena alucinada y lisérgica que recuerda a los deliquios digitales de Kendra Yee.
Esta hibridez la convierte en un fenómeno singular: es capaz de hablar de sexualidad, desorden mental, afectos tóxicos y empoderamiento desde un lugar que no pretende ofrecer respuestas, sino mostrar los bordes desgastados del yo contemporáneo.

Los personajes que pueblan sus cómics —chicas sexis con vello corporal, gatos demoníacos, adolescentes con píldoras en el corazón— son alegorías salvajes de lo que implica ser joven, mujer y artista en un mundo que aún insiste en marginar lo diferente. No se trata de una estética forzada ni de una militancia programática: es, más bien, una pulsión natural, una forma de habitar el mundo desde los márgenes con una creatividad feroz. Su feminismo, lejos del dogma, se presenta como una carcajada afilada, como una respuesta estética y emocional a un sistema que ha pretendido silenciar lo femenino durante siglos.

Inés Estrada no solo ilustra: redefine. Lo hace desde el caos, desde lo punk, desde un sentido del humor que no teme lo grotesco. Su obra es, en esencia, una revolución gráfica que se despliega tanto en papel como en la red, llenando ambos territorios de vísceras, colores saturados y una ternura desgarradora. Es el tipo de arte que uno querría tatuarse en la piel o esconder en el rincón más íntimo de su biblioteca, no por pudor, sino por respeto: porque en esas páginas sucede algo profundamente auténtico.
Con Inechi, el cómic ya no es solo una narrativa ilustrada; es una forma de resistencia. Una trinchera emocional desde donde se combate con lápices afilados y tinta rebelde. Una revolución silenciosa, sí, pero que retumba con fuerza en cada trazo.
Para más información: inechi.com
Inés Estrada: «Una revolución en rosa vómito». Por Mónica Cascanueces.